domingo, 10 de enero de 2010

Parashá Va’era

Resumen Parashá Va’era

HaShem Se reveló a Moshé como el Señor cuyas promesas a los patriarcas se cumplirían ahora, pues los israelitas serían rescatados de la esclavitud y llevados a la Tierra Prometida. Los judíos, con el espíritu quebrantado, rehusaron escuchar a Moshé cuando les entregó el mensaje del Señor. Esto produjo temor en Moshé, pues se preguntaba cómo lo escucharía el gran faraón si sus propios hermanos no lo hacían, especialmente por el hecho de que temía dificultades de dicción. Nuevamente se le dijo que Aharón sería su vocero y que el faraón se rehusaría a permitir a los judíos la salida de Egipto hasta que HaShem no infligiese severos castigos a los egipcios.

Moshé tenía ochenta años y Aharón ochenta y tres cuando partieron a cumplir su misión. Sabiendo que Paró se impresionaría con un acto mágico, Aharón arrojó un bastón al suelo, que se convirtió en una serpiente. Sin embargo, los magos egipcios pudieron reproducir esta proeza. Pero aún cuando el bastón de Aharón se tragó a los bastones de los magos, el faraón permaneció impasible.

La primera plaga se desató entonces sobre Egipto. Después de advertir a Paró lo que iba a ocurrir, Aharón siguió las instrucciones de Moshé y agitó su bastón sobre el Nilo, los canales y reservorios. Las aguas se convirtieron en sangre. Los peces murieron y esto produjo un olor pestilente e insoportable. Los egipcios, enfrentados con la falta de agua, se vieron obligados a suplicar a los judíos que les dieran un poco, pues la plaga -que se prolongó durante siete días- no tenía efecto sobre el agua de los hebreos.

Puesto que el milagro fue nuevamente repetido por los magos egipcios, el faraón mantuvo su actitud obstinada. Por consiguiente, ignoró la amenaza de una plaga de ranas. Nuevamente Aharón extendió la mano sobre el Nilo y las ranas cubrieron la tierra. El soberano egipcio rogó a Moshé que detuviera los efectos de la plaga y prometió permitir, a cambio, la salida del pueblo judío para ofrendar sacrificios a HaShem. Tan pronto como Moshé oró al Señor, cesó la plaga. Sin embargo, el faraón se rehusó obstinadamente a cumplir su promesa.

Entonces Aharón golpeó con su bastón el polvo de la tierra y éste se transformó en piojos que cubrían a hombres y animales. Esta vez los magos egipcios no pudieron hacer lo mismo y se vieron forzados a admitir la superioridad del poder de D-s. No obstante, el corazón de Paró continuó endurecido.

Moshé le advirtió que animales invadirían los hogares de los egipcios, pero quela tierra de Goshen, donde vivían los judíos, no sería afectada. El faraón se mantuvo en sus trece. Sin embargo, la desolación provocada por esta plaga lo obligó a autorizar que los israelitas ofrendaran sacrificios a HaShem en Egipto. Moshé, en cambio, exigió que se permitiera a los judíos viajar por tres días al desierto para ofrecer los sacrificios, a fin de escapar al saqueo de los egipcios. Paró accedió, pero tan pronto como se detuvo la plaga, se negó nuevamente a dejar salir a los judíos.

Entonces Moshé le advirtió que la morriña (enfermedad del ganado) devastaría a Egipto (con excepción de Goshen) si Paró no terminaba por acceder. Paró rechazó la advertencia y la plaga azotó intensamente al ganado de los egipcios causándole la muerte, en tanto que los animales pertenecientes a los judíos no fueron dañados. No obstante, Paró permaneció inconmovible.

A continuación Moshé arrojó ceniza hacia el cielo en presencia de Paró. La ceniza se convirtió en polvo y éste causó una epidemia de forúnculos dolorosos tanto en los hombres como en las bestias. Los propios magos de Paró fueron afectados, pero él no cambió de opinión.

Se le dijo entonces que destrozaría las cosechas y diezmaría el ganado que aún quedaba. Se le aconsejó que cubriera a personas y animales para salvarlos de la muerte. Algunos egipcios atendieron la advertencia y buscaron refugio junto con el ganado. Entonces Moshé extendió su bastón hacia el cielo y una terrible tormenta de truenos, relámpagos y granizo arrazó el país (excepto Goshen), matando a hombres y bestias, y destruyendo las cosechas. (El granizo era de naturaleza inusual. Estaba compuesto de fuego en su interior y hielo en el exterior, y era de gran tamaño). Esta vez Paró reconoció su error, pero cuando cesó la tormenta, su corazón se endureció nuevamente como una piedra.

(Extraído del libro "Lilmod ULelamed" de Edit. Yehuda)

Resumen de Haftarat Va’era

Iejezkel (Ezequiel) 28:25 - 29:21

En la haftará de esta semana leeremos un pasaje escogido del libro del profeta Iejezkel. Al igual que en la parashá, en esta profecía, también se habla de un Faraón que se consideraba "algo especial".

El profeta Iejezkel vivió en el siglo V anterior a la era común, es decir, unos 900 años aproximadamente después del famoso Faraón que vivió cuando las diez plagas y la posterior salida del pueblo de Israel de la tierra de Egipto tuvieron lugar. Sin embargo, pareciera ser que las características de los gobernantes de aquel lugar, no han cambiado mucho a pesar del correr del tiempo.

A lo largo de todas estas parashiot - a partir de parashá Shemot donde comienza la esclavitud de nuestro pueblo, y hasta parashá Beshalaj donde la Torá registra el hundimiento del ejército egipcio en el Mar de los Juncos - vemos la soberbia y la obstinación de un rey que estaba dispuesto a dejar que se destruya su país y que se muera su gente si era necesario, con tal de imponer su necio deseo para no tener que bajar la cabeza.

Aquí, el profeta Iejezkel habla sobre el rey de Egipto que vivió en su época, y que también se portó indebidamente con el pueblo de Israel, cuando en la época de Iehoiakim, el rey de Iehudá, los hijos de Israel confiaron en el apoyo de Egipto para luchar en contra Nebujadnetzar (Nabucodonosor), el rey de Babilonia, pero el Faraón los abandonó.

Sin embargo, ese no fue su único pecado, D'os también quiso ajusticiar al Faraón por otros motivos:

"Ser humano, dirige tu rostro hacia el Faraón, el rey de Egipto, y profetiza sobre él y sobre todo Egipto. Habla y dirás: Así ha dicho D'os: He aquí que Yo estoy sobre ti Faraón, rey de Egipto, el gran anfibio, quien yace en medio de sus ríos, quien dijo: mío es mi río y yo me he hecho. (29:2-3).

El Faraón consideraba que tenía poderes especiales. Él decía: "mío es mi río", él pensaba que no necesitaba de las lluvias "de D'os", pues "su río" le proveía de todas sus necesidades. Pero eso no es todo. Él también pensaba: "yo me he hecho", él creía que por su poder y por su sabiduría, se había engrandecido a sí mismo así como su reino.

En otras palabras podemos decir que el Faraón se creía un dios que se hizo a sí mismo, que no necesitaba nada de nadie y que nadie estaba por sobre él.

Es por eso que D'os - a través del profeta - le dice: "Yo estoy sobre ti Faraón", como diciendo: "Yo pelearé contra ti, Yo dirigiré Mi ira sobre ti".

Para que entendamos mejor por qué D'os deseó utilizar la expresión "Yo estoy sobre ti Faraón", el "maguid" de Duvna (Rabí Iaacov Krantz, 1741 - 1804) en su libro "Cojav Miiaacov", nos lo explica a través de un mashal (ejemplo, parábola), como es su costumbre.

Esto se asemeja a un huésped que entra a la casa de un adinerado, y encontró allí a un hombre, quien en realidad, era el sirviente del dueño de la casa. Cuando el huésped le preguntó al hombre quién era el dueño de todo ese palacio y a quién pertenecía todo ese lujo, el sirviente lleno de arrogancia y de altanería le contestó que él era el dueño de todo eso, y todo lo que él veía le pertenecía... Justo en ese momento, entró el verdadero dueño de la casa y dijo: "Yo soy tu amo y el que está por encima de ti, y tú te debes someter bajo mi poder".

Dice el "maguid" de Duvna que lo mismo ocurrió con el Faraón. Él se colmó de soberbia y pensaba que él era el único y no había otro como él. Él creía estar por encima de todo. Es por eso que D'os le hizo profetizar a Iejezkel acerca del Faraón y le dijo: "He aquí que Yo estoy sobre ti Faraón, rey de Egipto, el gran anfibio, quien yace en medio de sus ríos, quien dijo: mío es mi río y yo me he hecho", como diciendo: "Tú, el Faraón, quien te enorgulleces haciendo de ti un dios al decir: 'mío es mi río y yo me he hecho a mí mismo', sin creer que alguien se encuentra por encima de ti; sabe que 'He aquí que Yo estoy sobre ti', Yo soy el Amo por encima de tu cabeza".

Finaliza nuestro autor diciendo que por este motivo dice el profeta más adelante: "Y sabrán todos los habitantes de Egipto que Yo soy D'os…" (29:6), puesto que hasta ahora ellos pensaban que el Faraón era dios.

Dicen los sabios del musar (ética), que todos nosotros tenemos dentro nuestro un "pequeño Faraón" que nos hace creer que no hay nada ni nadie por encima de nuestras cabezas, y que nos hace pensar que todo lo que tenemos - incluyéndonos a nosotros mismos - nosotros lo hemos hecho. Es por eso que debemos estudiar bien lo que ocurrió con estos dos Faraones, y aplicar la enseñanza a nuestras vidas, ya que para eso todo esto fue registrado en las escrituras

Perla de la Parashá Va’era

"Y ascendió la rana" (Shemot 8:2).

Cuando la Torá nos quiere relatar sobre la segunda plaga, la plaga de las ranas que se dispersaron por todos lados, el versículo nos dice que la "rana" ascendió, en lugar de decir que "las ranas (en plural) ascendieron". El comentarista Rashí nos explica que la razón de esto es que realmente al comienzo D'os había hecho una sola rana que salió del río, pero luego cuando los egipcios la golpeaban entonces salían de ella más ranas.

Rabí Iaakov Israel Kanievsky en su libro "Birkat Péretz" dice que de este episodio podemos aprender una gran enseñanza respecto de la midá (característica) del enojo, pues cuando vieron los egipcios que cada vez que golpeaban esa rana salían de ella más ranas, lo lógico hubiera sido que dejen de golpearla inmediatamente.

Pero lo que allí ocurrió fue que la midá del enojo que había en ellos les hacía pensar que si de la rana salían más ranas, entonces con más razón se merecía el castigo de que la golpeen cada vez más. Y es por eso que cada vez que salían de ella más rana el enojo de ellos crecía más y más, y la golpeaban más y más, hasta que finalmente toda la tierra de Egipto se llenó de ranas como dice la Torá.

Esto viene a enseñarnos que es mejor para la persona perdonar y no enojarse. Es preferible que no responda al escuchar que lo insultan, pues de esta manera la discusión finalmente terminará. Mas si él contestará al insulto la pelea sólo continuará pues su reacción será como agregarle leña al fuego.

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