domingo, 31 de julio de 2011

Parashá 44 D´varim

Parashá 44 D´varim (D´varim 1: 1 – 3: 22)

Tema: “El Dulce Reproche”

Resumen:

Nuestra parashá habla de los siguientes temas:

Primera aliá (1:1-11): Moshé Rabenu le recuerda a la nueva generación que entrará a la Tierra de Israel algunas cosas que ocurrieron durante los cuarenta años en el desierto. Moshé bendice al pueblo.

Segunda aliá (1:12-21): Moshé cuenta cómo organizó social y judicialmente al pueblo y cómo les dió leyes a los jueces. Moshé le recuerda al pueblo cómo les mostró la Tierra y les dijo que la conquisten.

Tercera aliá (1:22-38): Moshé recuerda que el pueblo le pidió que mande espías a la Tierra y él aceptó, enviando uno por cada tribu. Es recordado que los espías volvieron y hablaron mal de la Tierra provocando así que el pueblo caiga en pecado al no tener confianza en D'os. El enojo de D'os con el pueblo y el castigo de que no entrarían a la Tierra. Moshé rememora que D'os le dijo a él que Iehoshúa será su sucesor y hará entrar al pueblo a la Tierra.

Cuarta aliá (1:39 - 2:1): La nueva generación será la que entrará a la Tierra de Israel. Moshé recuerda el comienzo del desplazamiento de la vieja generación por el desierto. El pueblo reconoció que se equivocó y quiso conquistar la Tierra pero D'os no lo aceptó. La rebelión en contra de D'os intentando conquistar la Tierra por sus propios medios. El fracaso y la vuelta al desierto aceptando finalmente la Palabra Divina.

Quinta aliá (2:2-30): Moshé recuerda que D'os le ordenó a la nueva generación que comience con el desplazamiento hacia la Tierra de Israel. El desarrollo de los acontecimientos cuando quisieron pasar por los territorios de los hijos de Esav. Lo ocurrido con los hijos de Israel cuando pasaron por el territorio de Moav. La palabra de D'os cuando iban a pasar por los territorios de los hijos de Amón. D'os les dice cómo tenían que conquistar a Sijón, rey de Emor.

Sexta aliá (2:31 - 3:14): Moshé cuenta cómo fue la guerra y la conquista de Sijón, cómo fue la guerra en contra de Og, el rey del Bashán, y a qué tribus les fueron dadas aquellas tierras conquistadas.

Séptima aliá (3:15-22): Moshé Rabenu recuerda que les dijo a los que recibieron las tierras que no se queden asentados allí sino que vayan a luchar con el resto del pueblo. Moshé les adelanta cómo será la conquista de la tierra.

Introducción:

Este sábado tiene la particularidad de que en él, comenzamos a leer el quinto y último libro de la Torá, el séfer Devarim. El sábado en el que se lee la parashat Devarim siempre es el shabat anterior al día del ayuno del nueve de Av, y por eso se lo llama el "Shabat Jazón", ya que con estas palabras comienza la haftará que se lee esta semana - la tercer y última haftará de desgracia (véase nuestro comentario sobre la haftará semanal).

Realmente, es fácil encontrar que nuestra parashá tiene varios puntos en común con estos días de tristeza por la destrucción del Templo de Jerusalem. Por ejemplo, al comienzo mismo de la parashá vemos que Moshé reprende a los hijos de Israel por las equivocaciones que cometieron durante los cuarenta años de deambular por el desierto (véase el comentario de Rashí).

Además, llama poderosamente la atención encontrar al comienzo de la segunda aliá un versículo que comienza con la palabra Ejá, que como es sabido, así también se llama en hebreo el libro que cuenta la destrucción de la ciudad y el primer Templo de Jerusalem, llamado en español: "Lamentaciones".

"¡Cómo ["Ejá"] podré yo solo soportar vuestra molestia, vuestra carga y vuestras peleas!" (1:12).

Desde el comienzo de la Torá hasta este lugar, nunca ha aparecido esta palabra en el texto bíblico, y en total, solamente cinco veces es encontrada en la Torá. ¿Es casualidad que la primera vez que aparece esta palabra en la Torá siempre es leída antes de Tishá Beav? Aparentemente no. Dice el midrash comentando el primer versículo del libro de Ejá:

"Tres profetizaron diciendo 'Ejá': Moshé, Ieshaiahu e Irmiahu. Moshé dijo: 'Cómo podré yo solo soportar vuestra molestia, vuestra carga y vuestras peleas!' (Devarim 1:12), Ieshaiahu dijo: 'Cómo se ha prostituído la ciudad fiel…!' (Ieshaiahu 1:21), e Irmiahu dijo: 'Cómo ha quedado desolada la ciudad de muchos habitantes…!' (Ejá 1:1)" (Ejá Rabá 1:1).

El midrash relaciona a Moshé Rabenu con el profeta Irmiahu, autor del libro de Ejá, y de esa manera nos insinúa que existe alguna relación entre nuestro versículo y el libro de Ejá. Pero, ¿cuál es?

Comentando nuestro versículo, Rashí (Rabí Shelomó Itzjaki, 1040 - 1105) nos recuerda las palabras del midrash que explican la queja de Moshé en contra del pueblo de Israel:

"'Vuestra molestia': Esto nos enseña que los hijos de Israel eran molestos. Cuando uno de ellos veía que su contrincante le ganaría el juicio, decía: 'Tengo testigos para traer! Tengo pruebas para traer! Deseo agregar más jueces!'" (Sifrí 12).

Una vez escuché en nombre de Rabí Israel Lipkin de Salant (1810 - 1883), que es posible comprender la profundidad de las palabras de este midrash, mediante el relato de una historia:

Una vez, había un hombre que se dedicaba a comerciar cerveza. Llegada la fiesta de Pésaj él se olvidó de vender toda su mercadería en la venta del jametz a un no judío. Después de la fiesta, él se allegó a un rabino y le preguntó qué podía hacer con toda esa cerveza. El rabino le contestó que por cuanto que está prohibido tener cualquier beneficio del jametz que perteneció a un judío en Pésaj, aún después de la fiesta, no había más remedio que tirar toda esa cerveza. Aquel buen judío aceptó tranquilamente la decisión del rabino y tiró toda su costosa mercadería al río.

En otra oportunidad, ese mismo judío fue a juicio con otro judío delante del rabino del lugar, por una suma de dinero relativamente pequeña. Después de que cada uno expuso sus pruebas, ese comerciante vió que el otro judío estaba ganando el juicio y le dijo al rabino que espere un poco antes de cerrar el caso, ya que él tenía testigos que probarían que él no debía perder ese juicio y el rabino aceptó. Luego fueron traídos aquellos testigos pero no le sirvieron, y nuevamente, al ver que él estaba perdiendo, le dijo al juez que traería otros testigos, y así ocurrió varias veces, hasta que finalmente el rabino decidió cerrar el caso.

Si analizáramos estos dos relatos veríamos algo extraño. Primero, cuando el rabino le dijo a este hombre que él debía tirar toda su cerveza al río, aquel judío se calló, y a pesar de que aceptar el decreto del rabino representaba para él perder mucho dinero, fielmente escuchó la decisión del Rav. Pero en el segundo relato, a pesar de que se trataba de una pequeña pérdida de dinero, ese hombre no quiso aceptar fácilmente la decisión del rabino y buscaba desesperadamente traer más testigos o pruebas, aunque él sabía que no tenía razón!

Pero verdaderamente, la respuesta a este incógnito está insinuada en las palabras del midrash que citamos anteriormente:

"'Vuestra molestia': Esto nos enseña que los hijos de Israel eran molestos. Cuando uno de ellos veía que su contrincante le ganaría el juicio, decía: 'Tengo testigos para traer! Tengo pruebas para traer! Deseo agregar más jueces!'" (Sifrí 12).

Rabí Israel de Salant dice que mediante este midrash, Nuestros Sabios quisieron enseñarnos que aquí el problema no partía del hecho de que los judíos no podían sentir que perdían. Ellos sí podían soportar perder. El problema consistía en que ellos no podían ver que el otro les ganaba! Esto lo podemos ver claramente en la historia que relatamos anteriormente. Aquel judío estuvo dispuesto a perder una muy importante suma de dinero solamente para cumplir con la orden de D'os, puesto que ello no representaba bajar la cabeza ante ningún ser humano. Pero cuando se trató de sentir que otro le ganaba, no lo pudo resistir.

Ahora podemos ver claramente la relación entre este versículo de nuestra parashá y el libro de Ejá - que representa la destrucción del Templo Sagrado. No es casualidad que todos los años este versículo se lea siempre antes de Tishá Beav. El midrash nos quiso mostrar que casi 1000 años antes de la destrucción del primer Templo de Jerusalem (y 500 años antes de su construcción) Moshé Rabenu ya se había dado cuenta cuál es la profunda raíz del pecado que provocó la destrucción de nuestro Templo, es decir de nuestra espiritualidad: que no podemos soportar que otros nos gane.

Hace más de 1900 años que provocamos a través del odio gratuito hacia nuestros hermanos, que el segundo Templo de Jerusalem sea destruido, y todavía seguimos sin reparar ese pecado. Pero cuando corrijamos esto y solamente emanemos amor gratuito en todas direcciones, entonces D'os retornará con Su infinita misericordia a Tzión, y los dispersos en todas partes del mundo, serán reunidos en Jerusalem. Amén.

Desarrollo:

El pueblo de Israel tuvo el mérito de tener por líder a Moshé Rabenu durante casi 40 años.
A partir del momento en que D'os lo nombró como líder del pueblo, su entrega hacia ellos fue total e incondicional. En nuestra parashá, Moshé sabía que en pocos días debería morir para que el pueblo siga su camino hacia el establecimiento en la tierra de Israel. Entonces, decide realizar un discurso de despedida, que en definitiva D'os quiso que sea registrado en la Torá, y hoy compone el libro Devarim.

En sus palabras, Moshé los reprende por todas las equivocaciones que cometieron desde la salida de Egipto hasta ese momento. Pero a pesar de que su deber era reprenderlos, Moshé lo hizo de manera delicada y sutil, para no menguar del respeto que cada judío merece recibir.

En realidad no era una misión fácil. Por un lado, Moshé Rabenu tenía que mostrarle al pueblo los errores cometidos para que tomen conciencia de ello, y por el otro lado, no podía ofenderlos y avergonzarlos.

Por este motivo, optó por nombrarles los lugares en los que cometieron los pecados, y así el mensaje sería entendido sin avergonzar a nadie.

El versículo dice: "Estas son las palabras que habló Moshé al pueblo de Israel, al otro lado del río Jordán, en el desierto, en la llanura, frente al Suf…" (Devarim 1:1).

Rashí explica que en realidad Moshé no pronunció estas palabras en el desierto, como dice el versículo, sino en los llanos de Moav, pero la razón por la cual está escrito: "en el desierto", fue para recordarles el pecado que cometieron en ese lugar - el haber pedido carne para comer, así como dice el versículo: "Si tan sólo hubiéramos perecido en manos de D'os en la tierra de Egipto, cuando estábamos sentados cerca de la olla de carne…" (Shemot 16:3). De esta manera, Moshé quiso enseñarles que no obraron bien al revelarse.

Cuando les nombró el sitio "Arabá", que traducimos como "en la llanura", fue para reprenderlos por la idolatría que hicieron en los llanos de Moav (Bamidbar 25).

Al decirles "frente al Suf", la intención fue recordarles la falta de fe en D'os, motivo por el cual se impacientaron frente al Iam Suf - el Mar de los Juncos, y consecuentemente, se quejaron diciendo "¿acaso no hay tumbas en Egipto que nos trajiste a morir en el desierto?" (Shemot 14:11).

Teniendo a todo el pueblo delante suyo, escuchando el último discurso que él daría en su vida, el fiel dirigente no se olvidó de ningún detalle al reprenderlos, pues esta era su última oportunidad para hacerlo. Pero tampoco se olvidó de que debía ser muy cuidadoso en no ofenderlos o avergonzarlos, ya que su intención no era herirlos, sino que ellos mejoren.

Aquí, Moshé nos enseñó que si debemos reprender a nuestro prójimo, la reprimenda debe partir de un sentimiento de amor por el otro, y deben ser utilizadas palabras que sean bien recibidas.

El versículo dice: "reprender, habrás de reprender a tu prójimo, mas no cargarás pecado por él".
Rashí explica que hay una mitzvá de reprender a quien está equivocado, pero con la condición de no cargar pecado por él, es decir, que por cumplir con el precepto de reprenderlo no debemos pecar avergonzándolo.

Por otro lado, Shelomó Hamelej nos enseña en Mishlé (Proverbios 9:8): "No reprendas a un burlón, no sea que te odie, reprende a un sabio y te amará". Y esto nos enseña que además de cuidarnos con nuestras palabras, debemos tener en cuenta si el otro desea o no escucharnos, pues de no desearlo puede llegar a odiarnos. Sin embargo, el sabio entiende que la reprimenda es para su bien, y es por eso que sí querrá que su prójimo lo corrija.

El Shelá Hakadosh explica este versículo de la siguiente manera: Cuando vas a reprender a tu prójimo, no utilices palabras duras, como: "eres un ignorante que no quiere cambiar", pues de esta manera te odiará y no cambiará. Tú debes decirle: "eres una persona sabia y especial, y para alguien tan importante como tú, este comportamiento no es digno".

Es decir que al reprender a nuestro prójimo debemos tratarlo como si realmente fuera sabio, debemos demostrarle el gran valor que él tiene, y que justamente por esa razón le es conveniente mejorar su comportamiento. Pero si por el contrario, le mostramos sus defectos de manera despectiva, fácilmente podemos llegar a herirlo, y la finalidad perseguida no será alcanzada.

El Rab Israel Meir Hacohén, más conocido como el "Jafetz Jaim", fue el autor de muchos libros de gran importancia, y acostumbraba viajar por distintos pueblos y ciudades, para venderlos.

En uno de sus viajes por Lituania, llegó a la ciudad de Vilna, y se hospedó en un discreto hotel cuyo dueño era judío. Él se sentó a almorzar en el pequeño comedor, y mientras esperaba su comida, vio a un judío de aspecto ordinario, que se acercó a la cocinera y con un tono muy prepotente le pidió una porción de pollo y un vaso de vino.

Este hombre recibió su pedido, y comenzó a comer sin modales, mientras no dejaba de criticar a la cocinera.

El Jafetz Jaim se estremeció mucho por el comportamiento mismo, decidiendo levantarse para así hablarle acerca de su conducta. Pero el dueño del hotel, que estaba sentado al lado del Rab, le dijo que no valía la pena que lo hiciera, pues en él no era algo nuevo esa forma de comportarse.

"La ética y los valores sociales son totalmente ajenos a él, ya que a los siete años fue raptado y llevado a los campos de trabajo en Siberia, y allí lo criaron hasta que entró al ejército del zar Nicolás. Nadie puede llamarle la atención por su conducta, y quien intenta hacerlo, rápidamente se da cuenta con quién está tratando" - le dijo el dueño.

"Por este motivo yo le pido que no se acerque a él, pues el hombre lo humillará y maltratará" - agregó.
El Jafetz Jaim - que era conocido como un gran amante de cada judío - de todos modos decidió acercarse a ese pobre judío, a pesar del riesgo que corría.

El Rab se acercó al hombre y amistosamente lo saludó. Sin esperar que le responda el saludo, le dijo con un tono dulce:

"Escuché sobre ti, que cuando apenas eras un niño fuiste raptado, y junto con otros niños llegaron a Siberia. Has crecido entre goim y no has tenido el mérito de aprender siquiera una letra de la Torá. Has pasado por el infierno en este mundo, soportando sufrimientos y terribles persecuciones, pues los malvados, más de una vez quisieron convertirte al cristianismo y te obligaron a comer carne no casher.

Pero a pesar de todo, no te has asimilado".

Conclusión:

El Jafetz Jaim continuó: "Si yo tendría tus méritos y un Mundo Venidero como el que a ti te espera, sería una persona feliz. ¿Acaso es un hecho insignificante pasar todos los sufrimientos que has tenido que soportar por cuidar el judaísmo? Durante más de treinta años viviste esa situación tan difícil y has pasado pruebas que no cualquier persona las puede superar".

Con los ojos llenos de lágrimas el hombre miró al Jafetz Jaim, y le dijo que realmente estaba emocionado por las palabras del Rab, y su alegría era mayor al ver que había alguien que valoraba su sacrificio en la vida. Al finalizar sus palabras, abrazó al Rab y volcó en él toda su amargura.

El Rab le dijo: "has tenido el mérito de ser considerado una de las personas que más se sacrificó por mantener su judaísmo en el pasado. Si podrías recibir sobre ti la responsabilidad de seguir manteniendo el judaísmo en el presente, en forma práctica, tendrás el mérito de llegar a un nivel que no muchos pueden alcanzar".

Al ver cuánto amor tenía el Rab por cada judío, este hombre se apegó al Jafetz Jaim, y siguió con él hasta que llegó a cumplir las mitzvot como un judío temeroso de D'os.

Esta historia real refleja en forma concreta el mensaje de nuestra parashá: La mejor manera de poder acercar a otros judíos al camino de la verdad, es sólo con amor, de buena manera y mediante nuestro propio ejemplo.

Shabat Shalom.

Haftarat D´varim Yirmiyahu (Jeremías) 1:1 – 27 (Sefaradim)

Esta semana, antes de Tishá Beav, leeremos la última de las tres haftarot de desgracia para el pueblo de Israel. En esta profecía el profeta Ieshaiahu (Isaías) - en nombre de D'os - se dirije al pueblo de Israel con durísimas palabras de reprimenda por pecados que serían los que tal vez, finalmente provocarían la destrucción del Templo de Jerusalem.

"Escuchen los cielos y oiga la tierra, pues D'os ha hablado: Hijos he criado y he elevado, mas ellos se revelaron contra Mí" (1:2)

A partir del versículo once de nuestro capítulo, Ieshaiahu transmite la queja de D'os, de que a pesar de que el corazón de ellos se había alejado completamente de Él, ellos seguían trayendo sus sacrificios al Templo como si nada hubiera cambiado. Dice el profeta, en nombre de D'os:

"No sigan trayendo ofrenda vana, incienso abominable es para Mí" (1:13)

Para explicar el significado de estas palabras, Rabí Meir Simjá Hacohén (1843 - 1926) en su libro "Méshej Jojmá" nos recuerda las palabras de Nuestros Sabios - de bendita memoria - en el Talmud:

"Dijo Rabí Jená Bar Bazná en nombre de Rabí Shimón Jasidá: Todo ayuno en el cual no se incluyen algunos de los malvados de Israel no es valedero, como aprendemos de la jelvená [uno de los elementos que conformaban el incienso], que a pesar de que tenía feo olor, la Torá la cuenta como uno de los elementos que conformaban el incienso" (Keritot 6b).

Vemos claramente que a pesar de que algo por sí mismo carece de valor, cuando se une con otras sustancias, recibiendo las fragancias de ellas, eso le sirve para que él mismo obtenga buen olor.

La esencia del Templo Sagrado de Jerusalem era unificar al pueblo de Israel y a su corazón hacia un solo lugar. Por eso dijeron Nuestros Sabios que cada persona debe rezar mirando hacia Jerusalem, para que en definitiva todo el pueblo de Israel dirija su corazón hacia un solo lugar.

Y es por eso que allí D'os siempre se comportaba con ellos en forma milagrosa constantemente, como dijeron Nuestros Sabios en la Mishná:

"Diez milagros ocurrían para nuestros antepasados en el Bet Hamikdash (Templo de Jerusalem): Nunca una mujer abortó como consecuencia del olor de la carne de los sacrificios, nunca la carne de los sacrificios despidió mal olor, nunca se vió una mosca en el lugar donde eran matados los animales, nunca el Sumo Sacerdote sufrió una polución en el Día del Perdón, nunca las lluvias apagaron el fuego de los leños que allí se encontraban, nunca el viento desvió la columna de humo, nunca se encontró defecto en el sacrificio del omer, en los "dos panes" (de Shavuot) y en el pan del Templo, cuando estaban parados estaban apretujados, mas cuando se prosternaban lo hacian espaciosamente, nunca una serpiente o un escorpión dañó a alguien en Jerusalem y nunca un hombre le dijo a su prójimo: 'El lugar es demasiado estrecho para que pase la noche en Jerusalem'" (Avot 5:5).

Mediante este comportamiento milagroso, D'os le demostraba al pueblo de Israel que a pesar de que cada parte del pueblo por sí misma no merecía que Él la conduzca a través de Su providencia particular sobrenatural, de todas maneras la unión general del pueblo de Israel sí merecía que D'os la observe bajo Su supervisación milagrosa.

La razón para esto es que en esa situación de unidad completa del pueblo, los defectos particulares pasan tan desapercibidos que es como si no existieran, y todos tuvieran buen olor: algunos por su veneración a D'os, otros por su rectitud, otros por su amor al pueblo de Israel, otros por su caridad y otros por su estudio de Torá.

Una minjá (ofrenda) no podía ser ofrecida en el Templo de Jerusalem por dos personas, sin embargo la congregación sí debía ofrecer menajot, puesto que la comunidad en su totalidad es considerada como si fuera un solo individuo, ya que en una comunidad todo individuo está interrelacionado con su prójimo sirviéndolo y ayudándolo, así como en el cuerpo humano cada miembro está relacionado con el otro, sirviendo al todo, en función de un objetivo común dictado por el cerebro.

Ahora podremos comprender mejor las palabras del profeta Ieshaiahu:

"No sigan trayendo ofrenda vana, incienso abominable es para Mí" (1:13)

D'os se quejó en contra del pueblo de Israel y les pidió que no sigan trayendo su ofrenda, ya que por cuanto que ellos perdieron ese nivel de unión que antes poseían, queriendo tragar cada uno a su prójimo, cada uno se separó, yéndose por su lado, y por eso dice: "No sigan trayendo ofrenda vana, incienso abominable es para Mí".

En un incienso en el cual cada uno de sus componentes recibe la fragancia de su prójimo, también la jelvená tiene un aroma agradable, pero cuando cada uno de los componentes de ese mismo incienso está separado de los demás, ese incienso es abominable, así como lo es la jelvená, que por sí misma tiene feo olor.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-. Perla de la Parashá -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

"Estas son las palabras que habló Moshé a todo Israel…" (Devarim 1:1).

El comentarista Rashí nos enseña que mediante estas palabras, Moshé quería reprender al pueblo por todas las veces que se revelaron en contra de D'os, pero la Torá no escribió esas reprimendas en forma clara por el honor del pueblo de Israel.

Comentó un vez el Rav Itzjak Meir de Gur: Moshé Rabenu poseía la fuerza de reprender a toda su generación y también a todas las generaciones siguientes, y es por eso que dice el versículo que Moshé le habló a todo Israel.

Aquella generación no tomó parte activa en el pecado - pues Moshé estaba reprendiendo a los hijos, mas los que habían pecado fueron los padres. A pesar de eso Moshé los reprendió, y mediante sus palabras ellos sintieron como que tenían algo de los pecados de sus padres. Esto nos viene a enseñar que toda persona, en toda generación, si tan sólo investigara y observara sus acciones seguro que encontraría en su alma un poco - o algo más que un poco - de los pecados que cometió la generación del desierto, y debe arrepentirse por ellos.

(Basado en el libro Meir Ené Hagolá)

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