sábado, 21 de agosto de 2010

Parashá Ki Tovo

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Resumen Parashá Ki Tovo

"Y escribirás sobre las piedras todas las palabras de esta Torá" (Devarim 26,8)

¿Qué hacen estas piedras aquí?

Las piedras eran grandes y pesadas. Piedras, que el comandante Yehoshua mandó tomar del fondo del rió Jordán. Los cohanim todavía estaban parados en su posición en el centro del rió, cuyas aguas se habían paralizado, en sus manos el arca santa, en la cual estaban depositadas las Tablas de la Ley. En un gesto tan simbólico como profundo, Yehoshua mandó a doce hombres, que fueron además escogidos para esta misión de entre las tribus de Israel, que vuelvan al lugar donde los cohanim se habían parado y debían realizar lo siguiente:

"Y levantará cada hombre una piedra sobre su hombro según el número de las tribus de Israel... y levantaron doce hombres piedras desde el fondo del rió... y pasaron junto con ellas al lugar del campamento y las dejaron allí" (Yehoshua 4.5-8)

Pero con solo haberlas traído no terminó esta actividad de suyo extraña, según la tradición oral que nuestros maestros nos han transmitido en el Talmud, estas piedras estuvieron en el centro de la atención del pueblo, el día que atravesaron por el Jordán.

Estas piedras causaron sensaciones especiales, desplazaron la normal concentración en un enfrentamiento esperado con los habitantes de Canaán y diluyeron la tensión ante lo inesperado del nuevo límite geográfico. Incluso los pensamientos propios de una nación que está ya dentro de las metas tan deseadas, dentro de los límites de la tierra prometida a los patriarcas, parecen opacarse frente a la imagen de simples piedras, descubriremos que estas piedras no son simples, sino que contienen un mensaje eterno. Así se declara:

"Ven y ve, cuantos milagros fueron hechos a Israel en aquel día. En el día en que atravesaron el Jordán, llegaron al monte Guerizín y al monte Eval, una distancia de más de sesenta millas y ningún ser humano podía oponerse a ellos. Después trajeron las piedras, construyeron un altar y lo pintaron con cal, y escribieron sobre el toda la Torá con clara explicación, en setenta idiomas, entonces presentaron holocaustos y sacrificios, y comieron y bebieron y se alegraron... después sacaron las piedras y vinieron a dormir a Guilgal" (Yalkut Shimoni, Yehoshua 14)

Y así, con una guerra inminente, sin embargo vemos que Israel apareja un sistema completo de preparativos que ciertamente nos parecen lejanos de la realidad que les tocará presenciar. Como si fuera el primer preparativo bélico, el ejército sale a realizar una operación: la operación "piedras", rápidamente en las regiones de Naplusa.

Allí presentaron holocaustos y sacrificios, comieron, bebieron y se alegraron y rápidamente volvieron a su base central – Guilgal, sin olvidar de llevar consigo las piedras. Estos fueron los primeros pasos dentro de la tierra prometida, cuando finalmente lograron ingresar a la heredad de promisión, se dedicaron a este ritual que aparentemente es extraño. Al día siguiente, por el contrario, comenzarán a prepararse para el combate contra Jericó.

Aunque aparentemente toda esta operación parezca extraña, el pueblo de Israel en aquellos momentos la habían extraído de los versículos de nuestra parashá, Moshé fue quien había dejado estas instrucciones, siendo una de las últimas instrucciones de su vida:

"Y será el día que atraviesen el Jordán a la tierra... levantarás para ti grandes piedras y las pintarás con cal" (Devarim 27.2)

Los hijos de Israel cumplieron esta orden de Moshé con completa fidelidad, como hemos leído en el libro de Yehoshua y como se explica en los diferentes relatos del Midrash. Pero frente a estos hechos se presenta una pregunta: ¿Cuál es el objetivo de levantar piedras y pintarlas con cal? ¿Por qué se las valorizó tanto?

Otro punto en cuestión dentro de los detalles que conforman el grueso de la orden, resalta como un tema que ya muchas veces anteriormente hemos estudiado, Moshé quiere enraizar en el corazón del pueblo el motivo para el cual han de ingresar dentro de la tierra de promisión, así se declara:

"Y escribirás sobre ellas las palabras de toda la Torá, cuando atravieses, para que cuando llegues a la tierra que Hashem, tu Dios, te ha dado – una tierra que fluye leche y miel... y así será cuando atravieses el Jordán levantarás estas piedras... con clara explicación" (Ibíd. 3-8)

Estas piedras representaron por lo visto un testimonio de múltiples finalidades, siendo el día en que ingresaron a la tierra de Israel un momento de especial elevación ya sea emocional, espiritual y nacional, el hecho de tomar un símbolo que exprese estos vínculos humanos tan hondos y los proyecte dentro de los límites de la Torá.

Más allá de las contingencias propias de una conquista, del enemigo resguardado en sus ciudades, y de los muchos desafíos que les esperan, es necesario que en esos momentos el corazón del Israel se defina como netamente espiritual, estas piedras son un testimonio de esta espiritualidad, una identificación con el mensaje primario recibido por el pueblo en el monte del Sinaí.

Sobre estas piedras escribieron la Torá, aunque las opiniones de los comentaristas difieren en qué fue precisamente lo que escribieron (si toda la Torá, si partes escogidas de ella, si un texto resumido de todos los preceptos, etc.), es claro no obstante que la propia escritura tomó tiempo, y todo ese tiempo, el pueblo observa a los escribas y las impresiones que esta labor crea va internalizando en Israel el motivo preciso por el cual están ahora aquí – estos límites son límites principalmente espirituales, son por y para la Torá.

Ya escuchamos en las instrucciones finales de Moshé, "para que cuando llegues a la tierra", como si con una fuerza fundacional nos dice llegará a esa tierra para lo que escribirás en este testimonio: Torá. El temple espiritual del pueblo judío se ha formado desde los albores de la libertad, cuando salieron de Egipto, en los momentos culmines de la victoria (cruce por el mar, entrega de la Torá, vencer a reyes, etc.), también en los oscuros momentos de tropiezo y todo esto para qué, no fue todo este periplo por el desierto solamente una preparación para guerras y contiendas, para apoderarse de ciudades y fortificaciones, sino que fue para algo mucho más hondo, algo enraizado en los principios mismos de la creación, cumplir la voluntad divina. La voluntad divina escupida en piedra es el testimonio y símbolo de la misión de Israel en el mundo.

Sobre estas piedras cuando fueron erigidas en el monte Eval, después de pintarlas con cal, fue escrita la Torá con una clara explicación, es decir en setenta idiomas, como nos enseña el Midrash. Este detalle en la instrucción es de suyo sobresaliente, simplemente todas las naciones del mundo, cuyo número simbólico es setenta, deben también entender en sus propios términos los mensajes espirituales que el Creador de todos los hombres enseñó a los hijos de Israel.

La finalidad de esta escritura multilingual, junto con la necesidad de hacer comprender a las naciones los mensajes divinos tiene sin embargo otro sentido, esta vez para Israel. Los hijos de Israel deben comprender que el ingreso dentro de los límites de la tierra crea una responsabilidad, ya que la tierra de promisión no es solamente un fin sino que es el principio de toda la labor educativa del pueblo; la tierra de Israel no es solamente una heredad, sino una misión – Israel un hacedor de puentes entre la humanidad y el Creador.

Este hacedor de puentes, debe comportarse de manera tal que su ejemplo personal sea el puente requerido, si cada uno de nosotros logra internalizar el mensaje de las piedras erigidas en las cercanías de Naplusa, y con estos mensajes construye una personalidad ejemplar entonces una de las últimas órdenes de Moshé, casi una instrucción testamentaria, habrá sido cumplida por su pueblo.

No es extraño por tanto darnos cuenta que precisamente allí, en las cercanías de Naplusa, cientos de años antes el fundador de la nación, nuestro patriarca Abraham, haya recibido esta bienaventuranza:

"Y serás bendición... y se bendecirán contigo todas las familias de la tierra" (Bereshit 12.2-3)

Resumen de Haftarat Ki Tovo

Ieshaiahu (Isaías) 60:1-22

Esta semana leeremos la sexta de las siete haftarot de consuelo para los hijos de Israel, que fueron extraídas del libro del profeta Ieshaiahu.

"Levántate!, ilumina!, pues ha llegado tu luz, y la Gloria de D'os sobre ti brilló" (60:1)

El profeta le habla a la ciudad de Jerusalem y le dice que se levante e ilumine con su luz de felicidad y benevolencia, pues ya le ha llegado a ella la luz que le corresponde, es decir que ha llegado para ella el tiempo de la Redención Final.

"Pues he aquí que la oscuridad cubrirá la tierra, y las tinieblas a los pueblos, mas sobre ti brillará D'os y Su Gloria sobre ti se verá" (60:2)

A pesar de que sobre todas las naciones del mundo recaerán muchos sufrimientos, la ciudad santa no debe temer, ya que sobre ella D'os hará brillar la luz de Su Salvación. En el futuro por venir "será de D'os el reinado" (Ovadiá -Abdías- 1:21) "y D'os será rey sobre toda la tierra; en ese día D'os será Uno y Su Nombre será Uno" (Zejariá -Zacarías- 14:9).

Pero existe lugar para formular una pregunta. El profeta dijo: "Y mi servidor David será rey sobre ellos y un sólo pastor todos tendrán…" (Iejezkel -Ezequiel- 36:24), entonces, si habrá un pueblo en la tierra que tendrá un reino, ¿esto no se contradice con el hecho de que D'os será el único que reinará sobre toda la tierra? El pueblo de Israel no puede tener dos reyes!

El "maguid" de Duvna (Rabí Iaacov Krantz, 1741 - 1804), en el libro "Cojav Miiaacov", nos enseña que la respuesta a esta pregunta se puede aprender de las palabras de Nuestros Sabios del Talmud, al interpretar (no literalmente) un versículo de la Torá de parashat Vaetjanán:

"'No porque ustedes son los más numerosos entre los pueblos es que D'os os ha deseado y os ha elegido, pues ustedes son el más pequeño entre todos los pueblos' (Devarim -Deuteronomio- 7:7). Le dijo el Santo - bendito es Él, a Israel: Yo los deseo a ustedes pues incluso cuando Yo los engrandezco a ustedes, ustedes se empequeñecen delante Mío. Engrandecí a Abraham, mas él dijo: 'Mas yo soy polvo y cenizas' (Bereshit -Génesis- 18:27). Engrandecí a Moshé y a Aharón, mas ellos dijeron: '¿Nosotros qué somos…?' (Shemot -Éxodo- 16:8). Engrandecí a David, mas él dijo: 'Mas yo soy un gusano y no una persona…' (Tehilim -Salmos- 22:7)…" (Julín 89a).

El Talmud nos quiso explicar que ninguno de estos personajes bíblicos tomó para ellos algo de la grandeza mediante la cual D'os los engrandeció a ellos, atribuyéndosela a ellos mismos y enorgulleciéndose por todo el poder y la riqueza que poseían. Ellos solamente quisieron cuidar el honor y la honra de D'os, y lo único que desearon hacer durante toda su vida es estar al frente del pueblo de los hijos de Israel para transmitirles a ellos la Sabiduría y la Ética Divina. Ellos solamente quisieron enseñarles al pueblo los caminos de la Divinidad y toda cosa buena.

Y a esto se refirió el rey David al decir: "A ti, D'os, te pertenece la grandeza, el poder, la gloria, el esplendor, la magnificencia, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; a ti, D'os, te pertenece el reinado y la soberanía sobre todos los líderes" (Divré Haiamim I -I Crónicas- 29:11). El rey David dijo estas palabras pues la intención de D'os al engrandecer a los elegidos del pueblo realmente fue engrandecer Su Santo y Puro Nombre, y a pesar de que Él engrandece a los líderes del pueblo, toda esa grandeza y toda esa gloria finalmente vuelven hacia Él.

Un reino como este será el que habrá en el mundo por venir. No es que se empequeñecerá Su Honor y Su Honra sino todo lo contrario, Su Gran Nombre se engrandecerá aún más. Y por eso dijo el profeta Ieshaiahu: "Pues he aquí que la oscuridad cubrirá la tierra, y las tinieblas a los pueblos, mas sobre ti brillará D'os y Su Gloria sobre ti se verá", pues Su Gloria se reflejará sobre los hijos de Israel, ya que el pueblo no contrariará Su Grandeza y Su Unicidad, sino que gracias a ellos ella se expandirá y se dará a conocer.

Perla de la Parashá Ki Tovo

"Habló Moshé y los sacerdotes de la tribu de Levi a todo el pueblo de Israel diciendo: Presta atención y escucha Israel: Este día te has convertido en una nación…" (Devarim 27:9).

Este día, en el cual has aceptado mediante juramento cumplir con la Torá, te has convertido en una nación. La nacionalidad de nuestro pueblo no comenzó cuando recibimos la tierra de Israel, ni cuando tuvimos una lengua propia, sino, precisamente, en el momento que aceptamos el yugo de la Torá, incluso que todavía estábamos en el desierto, sin una tierra, y sin medios naturales para subsistir como pueblo. Esa es la particularidad de la nacionalidad de nuestro pueblo.

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