lunes, 28 de marzo de 2011

Parashá 27 Tzaria

Parashá 27 Tzaria (Vaikrá 12: 1 – 15: 33)

Tema: “Vida y Muerte”.

Resumen:

Nuestra parashá habla de los siguientes temas:

Primera aliá (12:1 - 13:23): Leyes de la parturienta. Algunas leyes relacionadas con la tzaráat de las personas.

Segunda aliá (13:24-39): Otras leyes relacionadas con la tzaráat de las personas.

Tercera aliá (13:40-54): Más leyes relacionadas con la tzaráat de las personas. Leyes relativas a la tzaráat de las ropas.

Cuarta aliá (13:55 - 14:20): Otras leyes relativas a la tzaráat de las ropas. La purificación del metzorá.

Quinta aliá (14:21-32): La purificación del metzorá pobre.

Sexta aliá (14:33 - 15:15): Las leyes de la tzaráat de las casas. Algunas leyes relativas a la impureza de las personas.

Séptima aliá (15:16-33): Otras leyes relativas a diversas impurezas del hombre y de la mujer.

Introducción:

En general, las parashot Tazría y Metzorá hablan sobre el mismo tema, sobre aquella enfermedad llamada la tzaráat.

Generalmente se traduce (erróneamente) a esta enfermedad como "lepra" ya que a primera vista, hay varios puntos en común entre estas dos enfermedades cutáneas, sin embargo, de un estudio profundo de nuestra parashá - conjuntamente con las explicaciones de la Torá Oral, transmitida por Nuestros Sabios - surge claramente que ninguna relación existe entre ambas. Una simple prueba de esto, es que la Torá dice que la tzaráat también podía afectar a las ropas o las casas, lo que evidencia sobre el carácter sobrenatural de esta afección.

"Y el que tiene tzaráat - el que tiene la afección - sus ropas deberán estar rotas y su cabello deberá dejarse crecer, hasta el bigote se deberá cubrir, e 'impuro! Impuro!' proclamará" (13:45).

Comentando este versículo el Talmud nos dice:

"Fue estudiado: "e 'impuro! Impuro!' proclamará" - Nos enseña que debe informarle sobre su pena a los demás y los otros deben pedir por él misericordia" (Moed Katán 5a).

El "Jafetz Jaim" (Rabí Israel Meir Hacohén 1839 - 1933) entendió que la Torá quiere enseñarnos que el motivo por el cual el metzorá debe darles a conocer a los demás su situación de impureza, es principalmente para que los otros pidan por él misericordia, y es por eso que él se preguntó: ¿en qué se diferencia el metzorá de otros hombres que sufren penurias, que también por ellos debemos pedir misericordia?

Respondió el "Jafetz Jaim": por cuanto que la tzaráat viene como castigo por el pecado del lashón hará (incorrecto hablar) - como es sabido - y el rezo de quien habla continuamente lashón hará no es escuchado por D’s, la Torá nos enseña que las demás personas deben rezar por él, por cuanto que él mismo no lo puede hacer. (Para un mayor entendimiento del concepto lashón hará, véase nuestro texto llamado: "Una Gran Mitzvá: Nuestro Prójimo", en nuestro sitio).

Por otro lado, el Rab Iosef Sorotzkin en su libro "Mégued Iosef", nos dice que en realidad la intención de Nuestros Sabios - de bendita memoria, fue enseñarnos que la Torá quiso enfatizar que el metzorá mismo es quien debe informarle a los demás de su dolor. Uno de los motivos de esta orden de la Torá es que la raíz del lashón hará es el orgullo y la altanería - como explicaron Nuestros Sabios - y es por eso que el remedio para su enfermedad es rebajarse y humillarse informando a los demás de su afección.

Por otro lado, a pesar de que el pasaje del Talmud que citamos anteriormente nos enseña que debemos ser solidarios con el metzorá rezando por él más que por cualquier otra persona que está sufriendo, encontramos que en el midrásh, Nuestros Sabios nos presentan otro aspecto del trato que debemos darle a ese hombre que separó y distanció a las personas entre sí a través de su lengua, incurriendo sistemáticamente en el pecado del lashón hará.

Sobre las palabras de la Torá "e 'impuro! Impuro!' proclamará", Rashí (Rab Shlomó Itzjaki 1040 - 1105) - citando las palabras del midrásh - comenta:

"Él debe informarle a los demás que es impuro para que todos se alejen de él" (Torat Cohanim 13:155).

La pregunta es: ¿estas dos fuentes se contradicen o se complementan? A simple vista parecería ser que es imposible ser solidario con alguien y a la vez mantenerse alejado de él, sin embargo, después de profundizar en el tema parece surgir una novedosa e importante enseñanza de las palabras de nuestros Sabios.

La Torá nos viene a enseñar que la verdadera solidaridad no es lo que generalmente se conoce con ese nombre. Estas dos fuentes Rabínicas no se contradicen: por un lado nosotros estamos obligados a alejarnos de hombres que se comportan de una manera perjudicial para ellos y también para la sociedad toda - ya que de no hacerlo nos contagiaríamos de sus "afecciones". Pero por otro lado, nuestra Sagrada Torá nos enseña acerca de la suma importancia que debe tener para nosotros cada alma que está sobre la tierra. La Torá nos dice que jamás debemos dejar de rezarle al Creador por esas personas, pidiendo que la misericordia Divina se despierte todo tiempo que haya esperanza para sus almas.

Desarrollo:

Una Constante Renovación

Al comienzo de esta parashá la Torá nos enseña algunas leyes correspondientes a la mujer que dio a luz, y nos dice que después del parto ella queda impura, ritualmente hablando, por algunos días, al igual que una mujer que recibe su periodo.

Al finalizar su periodo de impureza, las mujeres se purifican sumergiéndose en una mikvé (baño ritual), y en la época del Bet Hamikdash, ellas debían traer un korbán (sacrificio) en señal de agradecimiento por el hermoso regalo que Boré Olam les concedió.

Cuando la mujer recibe su periodo, ella también se considera impura, y durante este tiempo la pareja tiene prohibido mantener cualquier contacto físico. Para que la mujer pueda purificarse en la mikvé, la halajá exige esperar siete días completos desde que finaliza el periodo.

A este periodo de impureza la Torá lo denomina: "Nidá", y cualquier mujer que haya tenido una pequeña mancha de sangre se considera nidá, incluso por muchos años después de haberla tenido, hasta que haya esperado siete días "limpios", y se haya sumergido luego en la mikvé.

Mucha gente nos dice: "¿Por qué motivo la Torá prohíbe que me acerque a mi mujer en esta situación?"."¿En qué nos beneficia esta prohibición? ¡Esto es perjudicial porque provoca un alejamiento en la pareja!".

Antes de comenzar a responder y analizar este tema, tenemos que partir de la base de que todo lo que nos ordena la Torá es para nuestro bien, aunque no lo veamos tan claramente.

Cuando decimos que todas las mitzvot de la Torá son para nuestro bien no estamos transmitiendo un mensaje meramente teórico, sino que estamos afirmando que HaShem nos creó de manera maravillosa y nos instruyó cómo vivir en Su mundo para obtener el mejor y mayor beneficio de él. Es imposible pensar que todas las maravillas del mundo, y en especial esa obra grandiosa que es el ser humano, fueron creadas para ser perjudicados.

Los beneficios que tiene la pareja cumpliendo este precepto son muchos y variados.
En primer lugar, al cumplir esta mitzvá la pareja goza de una constante renovación que le hace valorar mejor lo que tiene. Toda persona sabe que cada acción o actividad en la vida, tiene que ser realizada en una medida determinada para que sea buena. De lo contrario, por más que el objetivo que él persigue sea bueno, terminará por perjudicarlo.

Por ejemplo, si la persona come dulces con un límite determinado, disfrutará día a día de esos dulces sin mayores problemas, pero si durante todo el día él comerá dulces, no sólo que su salud se perjudicará, sino que terminará aborreciendo los dulces. Y lo mismo ocurre en todos los terrenos de la vida.

Otro ejemplo podemos encontrarlo en la música. Por un lado, la música es algo muy importante en la vida de la persona. Una fiesta sin música no será tan agradable y emotiva como lo será estando acompañada de buenas melodías.

Pero por más hermoso que sea disfrutar de la buena música, si ella escuchará música desde la mañana hasta la noche, llegará un momento en el que se sentirá aturdido y pedirá un poco de silencio. Esta es la naturaleza del ser humano, y en base a ella hay que saber de qué manera dirigir nuestros pasos.

Volviendo a nuestro tema, durante gran parte del mes la pareja vive una vida marital en la cual se intercalan lo físico con lo espiritual, intelectual y emocional. Al cumplir las leyes de la pureza familiar, a partir del momento en que la mujer recibe su periodo, la pareja tiene la oportunidad de valorarse mutuamente demostrando que el amor que siente uno por el otro no depende solamente de lo físico.

Este es un periodo en el que la unión de la pareja se debe desarrollar mediante una extensa comunicación que permite obtener un conocimiento profundo de la parte emocional y sentimental del otro, afianzando así el lazo marital. Cumpliendo este precepto, el matrimonio vive una constante renovación, ya que su vida matrimonial funciona con los límites correspondientes.

Esto también ayuda a mantener la fidelidad de la pareja, ya que al no "cansarse" uno del otro - sino por el contrario, al mantener despierto el deseo - no hay necesidad de ir a buscar alguna nueva aventura fuera del hogar. Entonces, ese aparente alejamiento es en realidad un verdadero acercamiento.

Pero existe un beneficio adicional para la mujer que cumple las leyes de nidá. Al mantenerse físicamente separada de su marido, ella está cuidando su salud, pues según los especialistas, quien no mantiene relaciones maritales durante su periodo menstrual y los siete días subsiguientes, disminuye en forma drástica las posibilidades de tener cáncer de útero, así como se ha comprobado en estadísticas realizadas en los Estados Unidos durante las últimas décadas, y que fueron confirmadas por el doctor M. Vaimberg - ex director del sanatorio Har Sinaí de Nueva York - lugar en el cual la mayoría de las pacientes son mujeres observantes que se rigen por las leyes de la Torá.

Sin embargo, estos beneficios que la persona obtiene tanto en el área emocional y de pareja, así como respecto de su salud física, al cuidar la mitzvá de la pureza del hogar, no deben ser más que "un incentivo más" para comenzar a cumplirla, pues verdaderamente esta mitzvá es de hecho una de las piedras fundamentales de todo el judaísmo, y no debemos olvidar que al cumplir las Mitzvót de la Torá el provecho más grande que obtenemos es hacer la voluntad del Creador.

Conclusión:

"Habló D’s a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel diciendo: cuando una mujer concibiere y diere a luz a un varón, permanecerá impura siete días, como los días de sus dolores menstruales permanecerá impura. Y en el día octavo, será circuncidada la carne de su prepucio" (12:1-3).

La Torá comienza a enseñar las leyes del parto y los detalles que incluyen las leyes de "pureza e impureza" (tumá y tahará). El tema de purezas e impurezas comenzó en la sección anterior, al final de Sheminí, en donde las leyes de pureza ritual en los animales son desarrolladas. La "tumá" específica desarrollada en este capítulo es aquella de la nueva madre, y es comparada con el estatus de nidá. Las leyes de nidá, sin embargo, no son mencionadas en la Torá anteriormente. Es por eso que el uso de nidá como un comentario explicativo es difícil de entender.

Un segundo problema en el texto es que la Torá pide:

"Al cumplirse los días de su purificación ella deberá traer… un holocausto y… un sacrificio por el pecado" (12:6).

El holocausto es entendible, pero ¿por qué se le requiere a la nueva madre traer un sacrificio por el pecado? ¿Qué pecado ella cometió? El Talmud explica que el dolor del parto pudo haber sido tan severo que ella pudo haber jurado que no iba a estar más con su marido.

"Le preguntaron a Rabí Shimón Bar Iojai sus discípulos: ¿Por qué la Torá ordena que una mujer después del parto traiga un sacrificio? Él respondió: Cuando ella sufre al parir ella jura impetuosamente que no tendrá más relaciones con su marido. Es por eso que la Torá ordena a la mujer que traiga un sacrificio" (Nidá 31b).

El Baal HaTurim comenta que la separación por siete días que es como la nidá (la Torá pide siete días de separación, como está evidenciado en este versículo; la observancia actual de las leyes de nidá sigue la orden rabínica de agregar otros cinco días) es comparable a los siete días de duelo. Esta idea tiene sus orígenes en el Zohar, y es entendible respecto del período de nidá: el concepto de duelo durante siete días es la respuesta del hombre a la muerte, y el período de duelo es una separación de la sociedad.

El gesto esencial es de teshuvá: las ropas de arpillera y las cenizas, nuestros símbolos más reconocibles de duelo, son vistos dos veces en el Tanaj: Mordejai y el pueblo de Ninevé usaron este símbolo para despertar a las personas a la Teshuvá. Podemos decir que cuando el hombre enfrenta la muerte, la respuesta es duelo, lo cual trae al hombre a considerar su propia mortalidad, enmendar su camino y arreglar el mundo.

Cuando consideramos el tiempo de nidá como una clase de duelo, nos damos cuenta que la sangre menstrual es una representación muy literal de una vida que no llegó a existir, una oportunidad perdida para traer vida. Es por eso que el judaísmo, cuyo valor supremo es la vida humana, va tan lejos hasta pedir una respuesta a la pérdida de ese potencial de vida.

La enseñanza del Zohar provee entonces una visión de la esencia de las leyes de nidá, en donde el marido y la mujer se separan y observan su duelo privado por el niño no nacido. Pero ¿por qué el Baal HaTurim presenta este concepto en este momento, en el caso del nacimiento de un niño? En verdad, esta pregunta puede ser expuesta del versículo mismo: ¿Por qué la separación pedida después del parto es comparada con el estado de nidá?

En función de resolver estas dificultades, consideremos el comentario de Rashí a los primeros versículos de la parashá. Citando el Midrash, Rashí observa:

"Rab Simlai dijo: así como la creación del hombre fue posterior a la de los animales y las aves en la creación del mundo, así también sus leyes (del hombre) figuran posteriormente a las leyes de los animales y las aves" (Rashí 12:2).

Evidentemente hay algo sobre estas leyes que nos invita a comparar y contrastarlas con los días de la creación. La referencia del número siete debe alertarnos de una posible conexión con los siete días de la creación. En el sexto día, después de que todas las criaturas fueron creadas, el hombre fue creado. Se le ordenó al hombre:

"D’s ordenó al hombre diciendo: 'de todos los árboles del Jardín puedes comer. Y del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque en el día que lo comieres seguro morirás" (Bereshit 2:16-17).

Todos conocemos el trágico final de la historia: Javá y Adam comieron del árbol, y a pesar que la muerte no fue un resultado inmediato a su transgresión, ellos se hicieron mortales. Aparentemente, el significado del decreto de D’s fue que comer del árbol traería muerte al mundo: "porque en el día que lo comieres seguro morirás". La reacción específica de D’s al pecado de Javá aclara nuestro tema:

"A la mujer Él dijo: 'yo incrementaré mucho tu tensión y tu embarazo. Con tensión parirás" (Bereshit 3:6).

En lugar de muerte, a Javá, y a todas las mujeres, se les dice lo que les espera en el embarazo y parto. El Talmud examina la frase "Yo incrementaré mucho tu tensión":

"Rabí Itzjak Ben Abdimi dijo: Javá fue maldecida con diez maldiciones, pues está escrito: 'a la mujer Él dijo: Yo incrementaré mucho' - se refiere a las dos gotas de sangre, una siendo de la menstruación y la otra de la virginidad. 'Tu tensión' - se refiere al dolor de criar hijos, 'y tu embarazo' - se refiere al dolor del embarazo…" (Eruvín 100b).

La implicación es que, si no hubiese sido por el pecado de la fruta prohibida, las mujeres no hubiesen tenido un ciclo menstrual. Sino que el parto hubiese sido sin dolor, automático y casi con resultados inmediatos de las relaciones físicas. Rashí entiende que la concepción y el nacimiento de Caín y Hébel tuvieron lugar en el mismo día, en el Jardín del Edén, en un parto anterior al pecado:

"Y ella concibió y tuvo a Caín. Rabí Eleazar ben Azariá dijo: tres maravillas fueron hechas en ese día: en ese mismo día ellos fueron creados, en ese mismo día ellos cohabitaron, en ese mismo día ellos tuvieron descendencia. Rabí Iehoshúa ben Korjá dijo: Sólo dos subieron a la cama, pero siete bajaron: Caín y su hermana melliza, Hébel y sus dos hermanas mellizas" (Bereshit Rabá 22:2).

En un mundo perfecto e ideal, no hay dolor, no hay duelo. Ahora, quizás, podemos entender el comentario del Baal HaTurim. Cada parto nos recuerda del pecado y el castigo de Javá. Vivimos en un mundo limitado por la mortalidad, y somos forzados a darnos cuenta que el niño que nació está destinado a morir. Esto explica la separación que sigue al parto, la cual es comparada a la nidá. Ambos resultados del mismo pecado, y mientras que la nidá responde a una vida potencial que fue frustrada, la separación después del parto es duelo-teshuvá por la necesidad del proceso de parto y por la mortalidad del niño nacido en este proceso. La lógica al requerir un sacrificio por el pecado ahora se hace visible: el parto está tan relacionado con el pecado de Javá, que se identifica totalmente con él, y resulta de él que un sacrificio por el pecado a la culminación de este proceso parece completamente natural.

Ahora podemos entender por qué el período de separación que sigue al nacimiento de una hija es dos veces más largo que el descripto anteriormente referente al nacimiento de un hijo (de siete días): después del nacimiento de una niña, el duelo por nuestra mortalidad y dolor es más grande, porque la niña nacida no es sólo la víctima de la mortalidad sino también la transmisora. Ella, también, morirá, pero más conmovedoramente ella llevará los resultados del pecado a la próxima generación. Ella será la próxima en sufrir las consecuencias inevitables del pecado que son parte de la existencia humana.

Volviendo al comienzo de la parashá:

"Habló D’s a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel diciendo: cuando una mujer concibiere y diere a luz a un varón, permanecerá impura siete días, como los días de sus dolores menstruales permanecerá impura. Y en el día octavo, será circuncidada la carne de su prepucio" (12:1-3).

La Torá ordena que en el octavo día el hijo sea circuncidado. El número ocho representa lo que está más allá de lo físico, más allá de los siete días de la "naturaleza". La idea de la circuncisión es que el hombre controle sus deseos, trascendiendo su propia identidad física.

En ese sentido, la circuncisión es un perfeccionamiento de la naturaleza que eleva al hombre. Fueron Adam y Javá los que sucumbieron en sus deseos provocando la cadena de la mortalidad y el dolor, y la Torá aquí nos da la posibilidad de romper esa cadena.

Las leyes de nidá detallan la cuenta de los siete "días limpios" anteriores a la inmersión en la mikveh (baño de inmersión ritual), a lo que nos referimos como "maim jaim", literalmente "aguas de vida". Otra referencia en la Torá a una cuenta, es en los días del omer, específicamente el período entre Pésaj, el día de la liberación, y Shavuot, el día de la entrega de la Torá. El Zohar (Vaikrá 97 a-b) compara la cuenta de los siete días limpios con la cuenta de las siete semanas del omer.

"Y contarán para ustedes desde el día siguiente a la fiesta (Pésaj)… siete semanas completas serán". "Dijo Rab Jiá: observa que cuando Israel estuvo en Egipto ellos estaban bajo un dominio extranjero y estaban adheridos a la impureza como una mujer en los días de su impureza. Después de que fueron circuncidados ellos entraron a la pureza, llamada "pacto". Y por cuanto que se adhirieron a ella dejó de existir la impureza en ellos así como esta mujer que cuando deja de tener sangre impura está escrito: 'y contará para ella siete días', así también aquí por cuanto que ellos entraron a la pureza, dejó de existir la impureza en ellos. Y les dijo D’s que a partir de ese momento deberán contar la cuenta para purificarse: 'y contarán para ustedes' - para ustedes es la cuenta, así como está escrito 'y contará para ella siete días' - para ella es la cuenta, así también para ellos es la cuenta. ¿Para qué? Para purificarse en las sagradas aguas superiores y después adherirse al Santo Rey para recibir la Torá. Respecto de ella está escrito: 'y contará para ella siete días', y aquí está escrito: 'siete semanas'. ¿Por qué siete semanas? Para tener el mérito de purificarse en las aguas de ese río que es llamado "aguas de vida". Y de ese río provienen siete semanas y es por eso que se necesitan contar siete semanas para ser meritorios a él. Y así como la purificación de la mujer se realiza por la noche así también está escrito que el rocío caía sobre el campamento de Israel por la noche… ¿y cuándo cayó ese rocío? Cuando se acercaron al monte Sinaí ese rocío cayó completamente y se purificaron y su impureza los abandonó y se adhirieron al Santo Rey y recibieron la Torá… Observa que todo hombre que no cuenta esta cuenta de siete semanas para ser meritorio a esta pureza no es llamado puro, y no es merecedor de tener una parte en la Torá. Y quien llega puro a este día y no ha perdido la cuenta, cuando llega a esta noche él debe estudiar Torá y adherirse a ella y cuidar la elevada pureza que recibió en esta noche y será purificado" (Zohar, sección 3, pág. 97 a-b).

Así como una mujer cuenta el tiempo entre tumá y tahará, así también el pueblo de Israel cuenta el período entre su redención de la impureza y sufrimiento de Egipto, y la culminación de ese período en el Sinaí. Cuando una mujer emerge de la mikveh, lo que sigue es su reencuentro con su marido y una oportunidad para que una nueva vida entre al mundo. Cuando el pueblo Judío se encontró con D’s en el Sinaí, ellos, también formaron una unión que dió nueva vida y esperanza. La imagen de la Torá como un árbol de vida es algo que ha sido repetido en varias ocasiones, así como la comparación de la Torá al agua.

En el Sinaí, los judíos recibieron la Torá, el verdadero elixir de vida. La adhesión a la Torá mantiene al hombre activamente en unión con D’s. Cuando el tiempo llegue y todo el mundo acepte la palabra de D’s y Su Torá, la muerte se convertirá en algo del pasado, así como está escrito:

"La muerte será borrada para siempre, y D’s limpiará todas las lágrimas" (Isaías 25:8).

En ese día no habrá más muerte ni sufrimiento.

Shabat Shalom.

Haftarat Tzaria Iejezkel 45:18 - 46:14 (Sefaradim)

La cuarta y última de las parashot especiales que se deben leer en el mes de Adar es parashat Hajódesh, y es por eso que no se leerá la haftará semanal sino la haftará correspondiente a shabat Hajódesh, que ha sido seleccionada del libro del profeta Iejezkel.

En parashat hajódesh se lee acerca del sacrificio de Pésaj que debieron comer los hijos de Israel en la tierra de Egipto y en nuestra haftará leeremos un tema parecido a ese.

En los capítulos anteriores de su libro, el profeta Iejezkel nos había descripto con lujo de detalles cómo será el tercer y definitivo Templo de Jerusalem, y en los capítulos 45 y 46 nos describe cómo serán efectuados algunas de las ofrendas y los sacrificios a través del "nasí" (príncipe, representante, dirigente).

Respecto de la identidad de este nasí hay distintas opiniones: algunos comentaristas sostienen que el nasí es el Cohén Gadol (Sumo Sacerdote) que dirigirá todo el servicio a D’s en el tercer Templo, mientras que otros comentaristas opinan que es el Mélej HaMashíaj (el Mesías).

Dice el texto al final de nuestra haftará (de acuerdo a la costumbre de los judíos ashkenazitas):

"Así ha dicho D’s: Cuando le dé el nasí un regalo a alguno de sus hijos, es su herencia, para sus hijos será, su posesión es como herencia" (46:16).

Sin embargo, encontramos que D’s advierte cómo deberá ser el comportamiento del nasí en lo que a rectitud se refiere:

"Y no tomará el nasí de la propiedad del pueblo robándole sus posesiones, de su posesión hará heredar a sus hijos, para que no se disperse Mi pueblo, cada hombre de su posesión" (46:18).

Esta advertencia, a pesar de encerrar una lógica y una justicia indiscutible, necesita ser estudiada en profundidad, pues ¿cómo puede ser que exista la necesidad de advertirle al nasí (el Cohén Gadol o el Mashíaj) que no debe robarle al pueblo?!

En su comentario a las haftarot llamado "Kol Tzofáij", nos explica el Rab Jaim Efráim Zaitchik que no es inusual encontrar en la Torá advertencias de esta índole a personajes bíblicos inigualables. Por ejemplo, nosotros encontramos que respecto de Iehoshúa Bin Nun, el sucesor de Moshé Rabenu en la conducción del pueblo de Israel, y de Eleazar, el hijo de Aharón Hacohén quien le sucedió en el puesto, dice la Torá:

"Estos son los nombres de los hombres que van a hacer que ustedes hereden la tierra: Eleazar el sacerdote e Iehoshúa Bin Nun" (Bamidvar -Números- 34:17).

Rashí (Rabí Shlomó Itzjaki 1040 - 1105) comentando ese versículo nos recuerda las palabras de Nuestros Sabios en el Talmud:

"Cada jefe es el representante de su tribu y reparte la heredad que le corresponde a su tribu de acuerdo a las familias y a los hombres que la componen, y designa para cada uno una parte buena, y lo que ellos hacen, que sea hecho como si lo hubieran hecho los representantes…" (Kidushin 42b).

¿Por qué es que era necesario aclarar que lo que hicieran los jefes de las tribus al ejercer el rol de representantes de los individuos de sus tribus, era como si lo hubieran hecho los representantes de las tribus? Eso estaba claro! Es una redundancia!

Nos explica nuestro autor que la respuesta es que el ser humano al comienzo, efectivamente, se siente un simple representante sin poder alguno, sin embargo su naturaleza es que de a poco, lentamente, en lugar de sentirse un simple representante, pasa a sentirse el jefe y el dueño de la cosa.

Otro ejemplo lo encontramos respecto del mismo Moshé Rabenu del cual la Torá atestiguó que no había otro hombre tan humilde como él sobre la faz de la tierra:

"Habló D’s a Moshé y le dijo a él: Yo soy D’s" (Shemot -Éxodo- 6:2).

Los Baalé Hatosafot en el libro "Daat Zekenim" se formulan la siguiente pregunta respecto del entendimiento de ese versículo:

"¿Qué significa 'Yo soy D’s'? [¿Cuál fue la intención de D’s al recordarle ese dato tan obvio a Moshé?]. Es como que D’s le quiso decir: A pesar de que te he dicho: '…Mira te he puesto como elohim ("dios", rector, líder) sobre el Faraón…' (Shemot -Éxodo- 7:1), tú sólo eres elohim sobre el Faraón pero Yo soy D’s también sobre ti".

Otra vez nos encontramos ante la misma dificultad interpretativa. ¿Es que acaso Moshé dudó por un instante que D’s había dejado de estar por encima de él, sólo porque Él le asignó cumplir una misión tan importante ante el Faraón?

La respuesta es clara. Aunque Moshé Rabenu no pensó eso ni por un segundo, D’s que es el Creador de todos los hombres - hasta de los más elevados - sabe que dentro del ser humano, con el correr del tiempo, existe esa naturaleza de tender a sentirse el dueño de la casa más que un huésped, y es por eso que decidió recordarle esto a Moshé, el más grande de todos los profetas.

Y ahora que hemos comprendido este importante concepto - dice el Rab Zaitchik - fácilmente podremos comprender por qué D’s le advierte al nasí: "Y no tomará el nasí de la propiedad del pueblo robándole sus posesiones, de su posesión hará heredar a sus hijos, para que no se disperse Mi pueblo cada hombre de su posesión" (46:18), pues incluso un hombre de su talla, corre el riesgo de sentir en algún momento que a él le pertenece lo que en realidad le pertenece al pueblo.

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Parashá 27 Tzaria

Parashá 27 Tzaria (Vaikrá 12: 1 – 15: 33)

Tema: “Vida y Muerte”.

Resumen:

Nuestra parashá habla de los siguientes temas:

Primera aliá (12:1 - 13:23): Leyes de la parturienta. Algunas leyes relacionadas con la tzaráat de las personas.

Segunda aliá (13:24-39): Otras leyes relacionadas con la tzaráat de las personas.

Tercera aliá (13:40-54): Más leyes relacionadas con la tzaráat de las personas. Leyes relativas a la tzaráat de las ropas.

Cuarta aliá (13:55 - 14:20): Otras leyes relativas a la tzaráat de las ropas. La purificación del metzorá.

Quinta aliá (14:21-32): La purificación del metzorá pobre.

Sexta aliá (14:33 - 15:15): Las leyes de la tzaráat de las casas. Algunas leyes relativas a la impureza de las personas.

Séptima aliá (15:16-33): Otras leyes relativas a diversas impurezas del hombre y de la mujer.

Introducción:

En general, las parashot Tazría y Metzorá hablan sobre el mismo tema, sobre aquella enfermedad llamada la tzaráat.

Generalmente se traduce (erróneamente) a esta enfermedad como "lepra" ya que a primera vista, hay varios puntos en común entre estas dos enfermedades cutáneas, sin embargo, de un estudio profundo de nuestra parashá - conjuntamente con las explicaciones de la Torá Oral, transmitida por Nuestros Sabios - surge claramente que ninguna relación existe entre ambas. Una simple prueba de esto, es que la Torá dice que la tzaráat también podía afectar a las ropas o las casas, lo que evidencia sobre el carácter sobrenatural de esta afección.

"Y el que tiene tzaráat - el que tiene la afección - sus ropas deberán estar rotas y su cabello deberá dejarse crecer, hasta el bigote se deberá cubrir, e 'impuro! Impuro!' proclamará" (13:45).

Comentando este versículo el Talmud nos dice:

"Fue estudiado: "e 'impuro! Impuro!' proclamará" - Nos enseña que debe informarle sobre su pena a los demás y los otros deben pedir por él misericordia" (Moed Katán 5a).

El "Jafetz Jaim" (Rabí Israel Meir Hacohén 1839 - 1933) entendió que la Torá quiere enseñarnos que el motivo por el cual el metzorá debe darles a conocer a los demás su situación de impureza, es principalmente para que los otros pidan por él misericordia, y es por eso que él se preguntó: ¿en qué se diferencia el metzorá de otros hombres que sufren penurias, que también por ellos debemos pedir misericordia?

Respondió el "Jafetz Jaim": por cuanto que la tzaráat viene como castigo por el pecado del lashón hará (incorrecto hablar) - como es sabido - y el rezo de quien habla continuamente lashón hará no es escuchado por D’s, la Torá nos enseña que las demás personas deben rezar por él, por cuanto que él mismo no lo puede hacer. (Para un mayor entendimiento del concepto lashón hará, véase nuestro texto llamado: "Una Gran Mitzvá: Nuestro Prójimo", en nuestro sitio).

Por otro lado, el Rab Iosef Sorotzkin en su libro "Mégued Iosef", nos dice que en realidad la intención de Nuestros Sabios - de bendita memoria, fue enseñarnos que la Torá quiso enfatizar que el metzorá mismo es quien debe informarle a los demás de su dolor. Uno de los motivos de esta orden de la Torá es que la raíz del lashón hará es el orgullo y la altanería - como explicaron Nuestros Sabios - y es por eso que el remedio para su enfermedad es rebajarse y humillarse informando a los demás de su afección.

Por otro lado, a pesar de que el pasaje del Talmud que citamos anteriormente nos enseña que debemos ser solidarios con el metzorá rezando por él más que por cualquier otra persona que está sufriendo, encontramos que en el midrásh, Nuestros Sabios nos presentan otro aspecto del trato que debemos darle a ese hombre que separó y distanció a las personas entre sí a través de su lengua, incurriendo sistemáticamente en el pecado del lashón hará.

Sobre las palabras de la Torá "e 'impuro! Impuro!' proclamará", Rashí (Rab Shlomó Itzjaki 1040 - 1105) - citando las palabras del midrásh - comenta:

"Él debe informarle a los demás que es impuro para que todos se alejen de él" (Torat Cohanim 13:155).

La pregunta es: ¿estas dos fuentes se contradicen o se complementan? A simple vista parecería ser que es imposible ser solidario con alguien y a la vez mantenerse alejado de él, sin embargo, después de profundizar en el tema parece surgir una novedosa e importante enseñanza de las palabras de nuestros Sabios.

La Torá nos viene a enseñar que la verdadera solidaridad no es lo que generalmente se conoce con ese nombre. Estas dos fuentes Rabínicas no se contradicen: por un lado nosotros estamos obligados a alejarnos de hombres que se comportan de una manera perjudicial para ellos y también para la sociedad toda - ya que de no hacerlo nos contagiaríamos de sus "afecciones". Pero por otro lado, nuestra Sagrada Torá nos enseña acerca de la suma importancia que debe tener para nosotros cada alma que está sobre la tierra. La Torá nos dice que jamás debemos dejar de rezarle al Creador por esas personas, pidiendo que la misericordia Divina se despierte todo tiempo que haya esperanza para sus almas.

Desarrollo:

Una Constante Renovación

Al comienzo de esta parashá la Torá nos enseña algunas leyes correspondientes a la mujer que dio a luz, y nos dice que después del parto ella queda impura, ritualmente hablando, por algunos días, al igual que una mujer que recibe su periodo.

Al finalizar su periodo de impureza, las mujeres se purifican sumergiéndose en una mikvé (baño ritual), y en la época del Bet Hamikdash, ellas debían traer un korbán (sacrificio) en señal de agradecimiento por el hermoso regalo que Boré Olam les concedió.

Cuando la mujer recibe su periodo, ella también se considera impura, y durante este tiempo la pareja tiene prohibido mantener cualquier contacto físico. Para que la mujer pueda purificarse en la mikvé, la halajá exige esperar siete días completos desde que finaliza el periodo.

A este periodo de impureza la Torá lo denomina: "Nidá", y cualquier mujer que haya tenido una pequeña mancha de sangre se considera nidá, incluso por muchos años después de haberla tenido, hasta que haya esperado siete días "limpios", y se haya sumergido luego en la mikvé.

Mucha gente nos dice: "¿Por qué motivo la Torá prohíbe que me acerque a mi mujer en esta situación?"."¿En qué nos beneficia esta prohibición? ¡Esto es perjudicial porque provoca un alejamiento en la pareja!".

Antes de comenzar a responder y analizar este tema, tenemos que partir de la base de que todo lo que nos ordena la Torá es para nuestro bien, aunque no lo veamos tan claramente.

Cuando decimos que todas las mitzvot de la Torá son para nuestro bien no estamos transmitiendo un mensaje meramente teórico, sino que estamos afirmando que HaShem nos creó de manera maravillosa y nos instruyó cómo vivir en Su mundo para obtener el mejor y mayor beneficio de él. Es imposible pensar que todas las maravillas del mundo, y en especial esa obra grandiosa que es el ser humano, fueron creadas para ser perjudicados.

Los beneficios que tiene la pareja cumpliendo este precepto son muchos y variados.
En primer lugar, al cumplir esta mitzvá la pareja goza de una constante renovación que le hace valorar mejor lo que tiene. Toda persona sabe que cada acción o actividad en la vida, tiene que ser realizada en una medida determinada para que sea buena. De lo contrario, por más que el objetivo que él persigue sea bueno, terminará por perjudicarlo.

Por ejemplo, si la persona come dulces con un límite determinado, disfrutará día a día de esos dulces sin mayores problemas, pero si durante todo el día él comerá dulces, no sólo que su salud se perjudicará, sino que terminará aborreciendo los dulces. Y lo mismo ocurre en todos los terrenos de la vida.

Otro ejemplo podemos encontrarlo en la música. Por un lado, la música es algo muy importante en la vida de la persona. Una fiesta sin música no será tan agradable y emotiva como lo será estando acompañada de buenas melodías.

Pero por más hermoso que sea disfrutar de la buena música, si ella escuchará música desde la mañana hasta la noche, llegará un momento en el que se sentirá aturdido y pedirá un poco de silencio. Esta es la naturaleza del ser humano, y en base a ella hay que saber de qué manera dirigir nuestros pasos.

Volviendo a nuestro tema, durante gran parte del mes la pareja vive una vida marital en la cual se intercalan lo físico con lo espiritual, intelectual y emocional. Al cumplir las leyes de la pureza familiar, a partir del momento en que la mujer recibe su periodo, la pareja tiene la oportunidad de valorarse mutuamente demostrando que el amor que siente uno por el otro no depende solamente de lo físico.

Este es un periodo en el que la unión de la pareja se debe desarrollar mediante una extensa comunicación que permite obtener un conocimiento profundo de la parte emocional y sentimental del otro, afianzando así el lazo marital. Cumpliendo este precepto, el matrimonio vive una constante renovación, ya que su vida matrimonial funciona con los límites correspondientes.

Esto también ayuda a mantener la fidelidad de la pareja, ya que al no "cansarse" uno del otro - sino por el contrario, al mantener despierto el deseo - no hay necesidad de ir a buscar alguna nueva aventura fuera del hogar. Entonces, ese aparente alejamiento es en realidad un verdadero acercamiento.

Pero existe un beneficio adicional para la mujer que cumple las leyes de nidá. Al mantenerse físicamente separada de su marido, ella está cuidando su salud, pues según los especialistas, quien no mantiene relaciones maritales durante su periodo menstrual y los siete días subsiguientes, disminuye en forma drástica las posibilidades de tener cáncer de útero, así como se ha comprobado en estadísticas realizadas en los Estados Unidos durante las últimas décadas, y que fueron confirmadas por el doctor M. Vaimberg - ex director del sanatorio Har Sinaí de Nueva York - lugar en el cual la mayoría de las pacientes son mujeres observantes que se rigen por las leyes de la Torá.

Sin embargo, estos beneficios que la persona obtiene tanto en el área emocional y de pareja, así como respecto de su salud física, al cuidar la mitzvá de la pureza del hogar, no deben ser más que "un incentivo más" para comenzar a cumplirla, pues verdaderamente esta mitzvá es de hecho una de las piedras fundamentales de todo el judaísmo, y no debemos olvidar que al cumplir las Mitzvót de la Torá el provecho más grande que obtenemos es hacer la voluntad del Creador.

Conclusión:

"Habló D’s a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel diciendo: cuando una mujer concibiere y diere a luz a un varón, permanecerá impura siete días, como los días de sus dolores menstruales permanecerá impura. Y en el día octavo, será circuncidada la carne de su prepucio" (12:1-3).

La Torá comienza a enseñar las leyes del parto y los detalles que incluyen las leyes de "pureza e impureza" (tumá y tahará). El tema de purezas e impurezas comenzó en la sección anterior, al final de Sheminí, en donde las leyes de pureza ritual en los animales son desarrolladas. La "tumá" específica desarrollada en este capítulo es aquella de la nueva madre, y es comparada con el estatus de nidá. Las leyes de nidá, sin embargo, no son mencionadas en la Torá anteriormente. Es por eso que el uso de nidá como un comentario explicativo es difícil de entender.

Un segundo problema en el texto es que la Torá pide:

"Al cumplirse los días de su purificación ella deberá traer… un holocausto y… un sacrificio por el pecado" (12:6).

El holocausto es entendible, pero ¿por qué se le requiere a la nueva madre traer un sacrificio por el pecado? ¿Qué pecado ella cometió? El Talmud explica que el dolor del parto pudo haber sido tan severo que ella pudo haber jurado que no iba a estar más con su marido.

"Le preguntaron a Rabí Shimón Bar Iojai sus discípulos: ¿Por qué la Torá ordena que una mujer después del parto traiga un sacrificio? Él respondió: Cuando ella sufre al parir ella jura impetuosamente que no tendrá más relaciones con su marido. Es por eso que la Torá ordena a la mujer que traiga un sacrificio" (Nidá 31b).

El Baal HaTurim comenta que la separación por siete días que es como la nidá (la Torá pide siete días de separación, como está evidenciado en este versículo; la observancia actual de las leyes de nidá sigue la orden rabínica de agregar otros cinco días) es comparable a los siete días de duelo. Esta idea tiene sus orígenes en el Zohar, y es entendible respecto del período de nidá: el concepto de duelo durante siete días es la respuesta del hombre a la muerte, y el período de duelo es una separación de la sociedad.

El gesto esencial es de teshuvá: las ropas de arpillera y las cenizas, nuestros símbolos más reconocibles de duelo, son vistos dos veces en el Tanaj: Mordejai y el pueblo de Ninevé usaron este símbolo para despertar a las personas a la Teshuvá. Podemos decir que cuando el hombre enfrenta la muerte, la respuesta es duelo, lo cual trae al hombre a considerar su propia mortalidad, enmendar su camino y arreglar el mundo.

Cuando consideramos el tiempo de nidá como una clase de duelo, nos damos cuenta que la sangre menstrual es una representación muy literal de una vida que no llegó a existir, una oportunidad perdida para traer vida. Es por eso que el judaísmo, cuyo valor supremo es la vida humana, va tan lejos hasta pedir una respuesta a la pérdida de ese potencial de vida.

La enseñanza del Zohar provee entonces una visión de la esencia de las leyes de nidá, en donde el marido y la mujer se separan y observan su duelo privado por el niño no nacido. Pero ¿por qué el Baal HaTurim presenta este concepto en este momento, en el caso del nacimiento de un niño? En verdad, esta pregunta puede ser expuesta del versículo mismo: ¿Por qué la separación pedida después del parto es comparada con el estado de nidá?

En función de resolver estas dificultades, consideremos el comentario de Rashí a los primeros versículos de la parashá. Citando el Midrash, Rashí observa:

"Rab Simlai dijo: así como la creación del hombre fue posterior a la de los animales y las aves en la creación del mundo, así también sus leyes (del hombre) figuran posteriormente a las leyes de los animales y las aves" (Rashí 12:2).

Evidentemente hay algo sobre estas leyes que nos invita a comparar y contrastarlas con los días de la creación. La referencia del número siete debe alertarnos de una posible conexión con los siete días de la creación. En el sexto día, después de que todas las criaturas fueron creadas, el hombre fue creado. Se le ordenó al hombre:

"D’s ordenó al hombre diciendo: 'de todos los árboles del Jardín puedes comer. Y del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque en el día que lo comieres seguro morirás" (Bereshit 2:16-17).

Todos conocemos el trágico final de la historia: Javá y Adam comieron del árbol, y a pesar que la muerte no fue un resultado inmediato a su transgresión, ellos se hicieron mortales. Aparentemente, el significado del decreto de D’s fue que comer del árbol traería muerte al mundo: "porque en el día que lo comieres seguro morirás". La reacción específica de D’s al pecado de Javá aclara nuestro tema:

"A la mujer Él dijo: 'yo incrementaré mucho tu tensión y tu embarazo. Con tensión parirás" (Bereshit 3:6).

En lugar de muerte, a Javá, y a todas las mujeres, se les dice lo que les espera en el embarazo y parto. El Talmud examina la frase "Yo incrementaré mucho tu tensión":

"Rabí Itzjak Ben Abdimi dijo: Javá fue maldecida con diez maldiciones, pues está escrito: 'a la mujer Él dijo: Yo incrementaré mucho' - se refiere a las dos gotas de sangre, una siendo de la menstruación y la otra de la virginidad. 'Tu tensión' - se refiere al dolor de criar hijos, 'y tu embarazo' - se refiere al dolor del embarazo…" (Eruvín 100b).

La implicación es que, si no hubiese sido por el pecado de la fruta prohibida, las mujeres no hubiesen tenido un ciclo menstrual. Sino que el parto hubiese sido sin dolor, automático y casi con resultados inmediatos de las relaciones físicas. Rashí entiende que la concepción y el nacimiento de Caín y Hébel tuvieron lugar en el mismo día, en el Jardín del Edén, en un parto anterior al pecado:

"Y ella concibió y tuvo a Caín. Rabí Eleazar ben Azariá dijo: tres maravillas fueron hechas en ese día: en ese mismo día ellos fueron creados, en ese mismo día ellos cohabitaron, en ese mismo día ellos tuvieron descendencia. Rabí Iehoshúa ben Korjá dijo: Sólo dos subieron a la cama, pero siete bajaron: Caín y su hermana melliza, Hébel y sus dos hermanas mellizas" (Bereshit Rabá 22:2).

En un mundo perfecto e ideal, no hay dolor, no hay duelo. Ahora, quizás, podemos entender el comentario del Baal HaTurim. Cada parto nos recuerda del pecado y el castigo de Javá. Vivimos en un mundo limitado por la mortalidad, y somos forzados a darnos cuenta que el niño que nació está destinado a morir. Esto explica la separación que sigue al parto, la cual es comparada a la nidá. Ambos resultados del mismo pecado, y mientras que la nidá responde a una vida potencial que fue frustrada, la separación después del parto es duelo-teshuvá por la necesidad del proceso de parto y por la mortalidad del niño nacido en este proceso. La lógica al requerir un sacrificio por el pecado ahora se hace visible: el parto está tan relacionado con el pecado de Javá, que se identifica totalmente con él, y resulta de él que un sacrificio por el pecado a la culminación de este proceso parece completamente natural.

Ahora podemos entender por qué el período de separación que sigue al nacimiento de una hija es dos veces más largo que el descripto anteriormente referente al nacimiento de un hijo (de siete días): después del nacimiento de una niña, el duelo por nuestra mortalidad y dolor es más grande, porque la niña nacida no es sólo la víctima de la mortalidad sino también la transmisora. Ella, también, morirá, pero más conmovedoramente ella llevará los resultados del pecado a la próxima generación. Ella será la próxima en sufrir las consecuencias inevitables del pecado que son parte de la existencia humana.

Volviendo al comienzo de la parashá:

"Habló D’s a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel diciendo: cuando una mujer concibiere y diere a luz a un varón, permanecerá impura siete días, como los días de sus dolores menstruales permanecerá impura. Y en el día octavo, será circuncidada la carne de su prepucio" (12:1-3).

La Torá ordena que en el octavo día el hijo sea circuncidado. El número ocho representa lo que está más allá de lo físico, más allá de los siete días de la "naturaleza". La idea de la circuncisión es que el hombre controle sus deseos, trascendiendo su propia identidad física.

En ese sentido, la circuncisión es un perfeccionamiento de la naturaleza que eleva al hombre. Fueron Adam y Javá los que sucumbieron en sus deseos provocando la cadena de la mortalidad y el dolor, y la Torá aquí nos da la posibilidad de romper esa cadena.

Las leyes de nidá detallan la cuenta de los siete "días limpios" anteriores a la inmersión en la mikveh (baño de inmersión ritual), a lo que nos referimos como "maim jaim", literalmente "aguas de vida". Otra referencia en la Torá a una cuenta, es en los días del omer, específicamente el período entre Pésaj, el día de la liberación, y Shavuot, el día de la entrega de la Torá. El Zohar (Vaikrá 97 a-b) compara la cuenta de los siete días limpios con la cuenta de las siete semanas del omer.

"Y contarán para ustedes desde el día siguiente a la fiesta (Pésaj)… siete semanas completas serán". "Dijo Rab Jiá: observa que cuando Israel estuvo en Egipto ellos estaban bajo un dominio extranjero y estaban adheridos a la impureza como una mujer en los días de su impureza. Después de que fueron circuncidados ellos entraron a la pureza, llamada "pacto". Y por cuanto que se adhirieron a ella dejó de existir la impureza en ellos así como esta mujer que cuando deja de tener sangre impura está escrito: 'y contará para ella siete días', así también aquí por cuanto que ellos entraron a la pureza, dejó de existir la impureza en ellos. Y les dijo D’s que a partir de ese momento deberán contar la cuenta para purificarse: 'y contarán para ustedes' - para ustedes es la cuenta, así como está escrito 'y contará para ella siete días' - para ella es la cuenta, así también para ellos es la cuenta. ¿Para qué? Para purificarse en las sagradas aguas superiores y después adherirse al Santo Rey para recibir la Torá. Respecto de ella está escrito: 'y contará para ella siete días', y aquí está escrito: 'siete semanas'. ¿Por qué siete semanas? Para tener el mérito de purificarse en las aguas de ese río que es llamado "aguas de vida". Y de ese río provienen siete semanas y es por eso que se necesitan contar siete semanas para ser meritorios a él. Y así como la purificación de la mujer se realiza por la noche así también está escrito que el rocío caía sobre el campamento de Israel por la noche… ¿y cuándo cayó ese rocío? Cuando se acercaron al monte Sinaí ese rocío cayó completamente y se purificaron y su impureza los abandonó y se adhirieron al Santo Rey y recibieron la Torá… Observa que todo hombre que no cuenta esta cuenta de siete semanas para ser meritorio a esta pureza no es llamado puro, y no es merecedor de tener una parte en la Torá. Y quien llega puro a este día y no ha perdido la cuenta, cuando llega a esta noche él debe estudiar Torá y adherirse a ella y cuidar la elevada pureza que recibió en esta noche y será purificado" (Zohar, sección 3, pág. 97 a-b).

Así como una mujer cuenta el tiempo entre tumá y tahará, así también el pueblo de Israel cuenta el período entre su redención de la impureza y sufrimiento de Egipto, y la culminación de ese período en el Sinaí. Cuando una mujer emerge de la mikveh, lo que sigue es su reencuentro con su marido y una oportunidad para que una nueva vida entre al mundo. Cuando el pueblo Judío se encontró con D’s en el Sinaí, ellos, también formaron una unión que dió nueva vida y esperanza. La imagen de la Torá como un árbol de vida es algo que ha sido repetido en varias ocasiones, así como la comparación de la Torá al agua.

En el Sinaí, los judíos recibieron la Torá, el verdadero elixir de vida. La adhesión a la Torá mantiene al hombre activamente en unión con D’s. Cuando el tiempo llegue y todo el mundo acepte la palabra de D’s y Su Torá, la muerte se convertirá en algo del pasado, así como está escrito:

"La muerte será borrada para siempre, y D’s limpiará todas las lágrimas" (Isaías 25:8).

En ese día no habrá más muerte ni sufrimiento.

Shabat Shalom.

Haftarat Tzaria Iejezkel 45:18 - 46:14 (Sefaradim)

La cuarta y última de las parashot especiales que se deben leer en el mes de Adar es parashat Hajódesh, y es por eso que no se leerá la haftará semanal sino la haftará correspondiente a shabat Hajódesh, que ha sido seleccionada del libro del profeta Iejezkel.

En parashat hajódesh se lee acerca del sacrificio de Pésaj que debieron comer los hijos de Israel en la tierra de Egipto y en nuestra haftará leeremos un tema parecido a ese.

En los capítulos anteriores de su libro, el profeta Iejezkel nos había descripto con lujo de detalles cómo será el tercer y definitivo Templo de Jerusalem, y en los capítulos 45 y 46 nos describe cómo serán efectuados algunas de las ofrendas y los sacrificios a través del "nasí" (príncipe, representante, dirigente).

Respecto de la identidad de este nasí hay distintas opiniones: algunos comentaristas sostienen que el nasí es el Cohén Gadol (Sumo Sacerdote) que dirigirá todo el servicio a D’s en el tercer Templo, mientras que otros comentaristas opinan que es el Mélej HaMashíaj (el Mesías).

Dice el texto al final de nuestra haftará (de acuerdo a la costumbre de los judíos ashkenazitas):

"Así ha dicho D’s: Cuando le dé el nasí un regalo a alguno de sus hijos, es su herencia, para sus hijos será, su posesión es como herencia" (46:16).

Sin embargo, encontramos que D’s advierte cómo deberá ser el comportamiento del nasí en lo que a rectitud se refiere:

"Y no tomará el nasí de la propiedad del pueblo robándole sus posesiones, de su posesión hará heredar a sus hijos, para que no se disperse Mi pueblo, cada hombre de su posesión" (46:18).

Esta advertencia, a pesar de encerrar una lógica y una justicia indiscutible, necesita ser estudiada en profundidad, pues ¿cómo puede ser que exista la necesidad de advertirle al nasí (el Cohén Gadol o el Mashíaj) que no debe robarle al pueblo?!

En su comentario a las haftarot llamado "Kol Tzofáij", nos explica el Rab Jaim Efráim Zaitchik que no es inusual encontrar en la Torá advertencias de esta índole a personajes bíblicos inigualables. Por ejemplo, nosotros encontramos que respecto de Iehoshúa Bin Nun, el sucesor de Moshé Rabenu en la conducción del pueblo de Israel, y de Eleazar, el hijo de Aharón Hacohén quien le sucedió en el puesto, dice la Torá:

"Estos son los nombres de los hombres que van a hacer que ustedes hereden la tierra: Eleazar el sacerdote e Iehoshúa Bin Nun" (Bamidvar -Números- 34:17).

Rashí (Rabí Shlomó Itzjaki 1040 - 1105) comentando ese versículo nos recuerda las palabras de Nuestros Sabios en el Talmud:

"Cada jefe es el representante de su tribu y reparte la heredad que le corresponde a su tribu de acuerdo a las familias y a los hombres que la componen, y designa para cada uno una parte buena, y lo que ellos hacen, que sea hecho como si lo hubieran hecho los representantes…" (Kidushin 42b).

¿Por qué es que era necesario aclarar que lo que hicieran los jefes de las tribus al ejercer el rol de representantes de los individuos de sus tribus, era como si lo hubieran hecho los representantes de las tribus? Eso estaba claro! Es una redundancia!

Nos explica nuestro autor que la respuesta es que el ser humano al comienzo, efectivamente, se siente un simple representante sin poder alguno, sin embargo su naturaleza es que de a poco, lentamente, en lugar de sentirse un simple representante, pasa a sentirse el jefe y el dueño de la cosa.

Otro ejemplo lo encontramos respecto del mismo Moshé Rabenu del cual la Torá atestiguó que no había otro hombre tan humilde como él sobre la faz de la tierra:

"Habló D’s a Moshé y le dijo a él: Yo soy D’s" (Shemot -Éxodo- 6:2).

Los Baalé Hatosafot en el libro "Daat Zekenim" se formulan la siguiente pregunta respecto del entendimiento de ese versículo:

"¿Qué significa 'Yo soy D’s'? [¿Cuál fue la intención de D’s al recordarle ese dato tan obvio a Moshé?]. Es como que D’s le quiso decir: A pesar de que te he dicho: '…Mira te he puesto como elohim ("dios", rector, líder) sobre el Faraón…' (Shemot -Éxodo- 7:1), tú sólo eres elohim sobre el Faraón pero Yo soy D’s también sobre ti".

Otra vez nos encontramos ante la misma dificultad interpretativa. ¿Es que acaso Moshé dudó por un instante que D’s había dejado de estar por encima de él, sólo porque Él le asignó cumplir una misión tan importante ante el Faraón?

La respuesta es clara. Aunque Moshé Rabenu no pensó eso ni por un segundo, D’s que es el Creador de todos los hombres - hasta de los más elevados - sabe que dentro del ser humano, con el correr del tiempo, existe esa naturaleza de tender a sentirse el dueño de la casa más que un huésped, y es por eso que decidió recordarle esto a Moshé, el más grande de todos los profetas.

Y ahora que hemos comprendido este importante concepto - dice el Rab Zaitchik - fácilmente podremos comprender por qué D’s le advierte al nasí: "Y no tomará el nasí de la propiedad del pueblo robándole sus posesiones, de su posesión hará heredar a sus hijos, para que no se disperse Mi pueblo cada hombre de su posesión" (46:18), pues incluso un hombre de su talla, corre el riesgo de sentir en algún momento que a él le pertenece lo que en realidad le pertenece al pueblo.

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